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"Invictus": obra de arte y escuela política

Liderazgo de Nelson Mandela. Nelson Mandela y Juan Bosch son dos ejemplos extraordinarios de dignidad, integridad, honradez, entereza y determinación que el mundo ha dado a la humanidad. ¡Qué diferente sería nuestra República Dominicana si el presidente actual, discípulo natural de Juan Bosch, imitara sus acciones y se comprometiera hasta los huesos con su nación y con su gente!

Reconforta tener la oportunidad histórica de apreciar una obra de arte, y más aún cuando versa sobre la extraordinaria figura de quien ha sido un mártir, un forjador de paz y unidad, quien a pesar de sus 27 años encerrado en una pequeña celda fue capaz de perdonar a sus opresores y formar el primer gobierno negro en un país donde los blancos, que constituyen el 13% de la población total, habían doblegado, esclavizado y marginado a la gran mayoría negra, que representa el 76% de los 48 millones de habitantes que ocupan el suelo de la República de Sudáfrica.

La magistral realización de “Invictus”, el desarrollo del tema colateral y la sensibilidad con que el director muestra su contenido, nos lleva al disfrute de una obra de arte por razones tan poderosas como su trama, basada en la recreación del primer año de gobierno de Nelson Mandela, en el ejercicio de su liderazgo, ya desde el poder, para fortalecer el espíritu de lucha del equipo de “rugby” en la búsqueda del trofeo de campeón en la Copa Mundial de 1995, en aras de lograr la integración de todos los sudafricanos, negros y blancos, en un país que apenas había salido, en teoría, de la segregación racial y, a la misma vez, en interés de utilizar el impacto del triunfo para proyectar el país como un lugar atractivo para los inversionistas de países desarrollados.

No solamente la trama sobresale en el desarrollo de esta obra; la sensibilidad con que su director y productor Clint Eastwood proyecta las condiciones socioeconómicas de negros y blancos, los primeros viviendo en reservas, en territorios marginales supuestamente regidos con independencia (bantustanes) y, los segundos, mostrando una deslumbrante riqueza, viviendo en ciudades bien construidas, ordenadas, desarrolladas, con todos los avances y comodidades de las ciudades más importantes del mundo. El contraste es hermosamente plasmado por Eastwood quien, de la misma forma, utiliza esa sensibilidad para mostrar el inicio de la integración, en la medida en que el juego final celebrado en el Estadio Ellis Park de Johannesburgo comienza a dar señales de un desenlace favorable a los “Springboks”, como se conoce al equipo nacional de “rugby” de Sudáfrica.

El papel desempeñado por Morgan Freeman es el típico al que nos tiene acostumbrados. La representación de Nelson Mandela es extraordinaria, sus gestos, forma de caminar, su temple, la forma de hablar el inglés británico… en fin, una actuación insuperable, que le hace merecedor del premio más importante que se otorga en los Estados Unidos a los artistas de cine: el Óscar, distinción que también debe acompañar a su director, Clint Eastwood, por plasmar tan magistralmente esta historia de la vida real, llena de momentos emocionantes, y en reconocimiento a un líder mundial que pasará a la historia como uno de los seres humanos de mayor grandeza que esta ha acogido.

Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918. Renunció al derecho hereditario a ser líder de una tribu y optó por estudiar leyes, ingresando en 1944 al Congreso Nacional Africano (ANC), un movimiento creado para luchar contra la opresión y la marginación de los negros. Sobresalió como líder de la Liga de la Juventud del Congreso, enarbolando un socialismo antirracista, nacionalista y antiimperialista. Para 1952 Mandela presidía el ANC en el norte de Sudáfrica, convirtiéndose en el líder del movimiento. Sus actividades le llevaron a la cárcel varias veces.

En 1962 viajó por varios países africanos en recaudación de fondos para el movimiento y haciendo propaganda y, a su regreso, fue detenido, condenado a cadena perpetua (12 de junio de 1964) y confinado a la Prisión Central en Pretoria hasta 1982, desde donde fue transferido a la prisión de la isla de Robben, a unos 12 kilómetros de Ciudad del Cabo. “He buscado el ideal de una sociedad libre y democrática, en la que todas las personas vivan juntas en armonía e igualdad de oportunidades…”, expresaba Nelson Mandela en ese momento.

A mediados de los ochenta se le ofreció la libertad a cambio de instalarse en uno de los “bantustanes”, oferta que Mandela rechazó. La continua lucha llevada a cabo por el Congreso Nacional Africano y la solidaridad internacional en contra de la segregación, llevaron al presidente Frederik De Klerk a terminar con el “Apartheid” y a la liberación definitiva de Nelson Mandela, a quien convirtió en su principal aliado en el proceso de democratización.

Ambos compartieron el Premio Nobel de la Paz el 10 de diciembre de 1993. Las elecciones de 1994 convirtieron a Mandela en el primer presidente negro de Sudáfrica, con una votación del 62.6%. Desde la presidencia implementó una política de integración y reconciliación nacional, con la finalidad de crear “una nueva Sudáfrica donde todos fueran iguales, donde todos trabajaran juntos para conseguir la seguridad, la paz y la democracia del país”. La nueva constitución que redactó resaltaba los ideales de libertad, igualdad y justicia social a los que aspiraba la gran mayoría de su nación.

Su liderazgo, basado en el conocimiento de las estructuras internas de la sociedad sudafricana, ha estado de manifiesto en todo momento. Dice Jorge Plejánov, en “El papel del individuo en la Historia”: “Sabemos ahora que los individuos ejercen una gran influencia en el destino de la sociedad, pero sabemos que esa influencia está determinada por la estructura interna de aquella y por su relación con otras sociedades”.

Su dedicación al conocimiento de los males que padecía el 76% de la población le llevó a interpretar las aspiraciones de ese amplio sector marginado, asentado en reservas regidas por una falsa independencia, experiencia imprescindible para su formación como líder, y básica para la obtención de las reivindicaciones en las que fundamentó su lucha. Dice Juan Bosch, el más ilustre de los dominicanos del siglo XX, en “La función del líder”, que cuando este desarrolla el liderazgo en consonancia con la realidad de la sociedad, es quien mejor expresa las aspiraciones del pueblo. “… Nadie puede superar al pueblo en el conocimiento profundo de la realidad nacional porque él vive esa realidad día a día de manera práctica, o bien cosechando los beneficios que le puede proporcionar esa realidad o bien padeciendo los males que ella produce, según sea la posición que ocupa cada quien en la sociedad”.

Invictus” es una maravillosa escuela sociopolítica que nos sirve de inspiración para abordar el tema del líder, sea este el de una sociedad, el de parte de ella, el de un partido político o el de una agrupación social o cultural. Morgan Freeman -Nelson Mandela- encarna la más acabada expresión de lo que es el líder: conocimiento de la sociedad en que interactúa, conocimiento de las estructuras internas de esa sociedad, ejercicio del liderazgo en consonancia con la mayoría y, más que nada, en términos muy específicos, la capacidad de distinguir cuándo tomar la decisión correcta, en una situación crucial, aunque se manifieste en contraposición a la voluntad de las masas, escenario en el que se crecen las aptitudes del verdadero liderazgo, tal y como lo muestra Clint Eastwood cuando Mandela expuso su parecer, con argumentos sólidamente sustentados, acerca de mantener el nombre y los colores del equipo nacional de “rugby”, en contra de la decisión unánime tomada por los miembros del Consejo de Deportes de hacer exactamente lo contrario, o sea, cambiar nombre y color de los uniformes del equipo que representaría a Sudáfrica en su propio territorio en la Copa Mundial de 1995.

Una de las funciones del líder es precisamente mantener la cohesión de todas las corrientes que se dan en cualquier organización, no importa la conformación de esta, lo que lo obliga a ser el que exponga en todos los casos la opinión más justa y la proposición más fácil de llevar a la práctica; tiene que ser el que exprese con más precisión y claridad la concepción estratégica más convincente para todos los sectores y al mismo tiempo debe ser el que proponga los procedimientos tácticos más oportunos”. Así se expresaba Juan Bosch en julio de 1972 cuando aún era presidente del PRD, en tanto Mandela permanecía encerrado en una pequeña celda de la Prisión Central de Pretoria.

En 1995, 23 años después, y ya como Presidente, el líder sudafricano expresaría exactamente lo mismo que había expresado el líder dominicano. Un líder es una persona que dirige masas, que tiene la responsabilidad de analizar mejor que la mayoría la realidad social e histórica, que se puede anticipar a los acontecimientos, que puede guiar a sus seguidores a la consecución de sus metas. El líder aflora en los momentos decisivos, ofrece soluciones a los problemas de sus correligionarios, no se aprovecha de la desgracia ni de la ignorancia de quienes lo siguen; no se lucra en términos personales de obras benéficas, sociales, culturales o de efemérides patrias, como suele suceder dentro y fuera de la patria de Duarte con oportunistas que obtienen sus capitales de estas actividades.

Los ejemplos de Juan Bosch y Nelson Mandela, en el ejercicio del poder, tienen mucha similitud. En Mandela recayeron las esperanzas de un pueblo que, si bien avanzó en derechos políticos bajo su presidencia, se mantenía estancado en lo social y en la repartición de la riqueza. En los primeros meses de su gobierno no cobraba salario y, cuando lo hizo, sometió un proyecto de ley para rebajarse el sueldo y el de los demás funcionarios de su gabinete. El sistema político funcionó, y el Congreso Nacional Africano hizo compatible su ideología con el sistema capitalista, planificando una política monetaria antiinflacionaria, con disciplina fiscal y presupuestos muy bien balanceados. Fue muy austero en su gestión y un trabajador incansable por la solución de los problemas sociales. A su partida se logró un ligero balance entre el desarrollo socioeconómico de los negros y la retención del sistema financiero por los blancos.

Mandela anunció, para julio de 1996, y restándole casi cuatro años para la conclusión del período presidencial, su renuncia a la reelección -permitida por la Constitución- y una propuesta para que el vicepresidente de la República llevara las riendas del Partido y del Gobierno. La transferencia de la presidencia del Congreso Nacional Africano y la proclamación de la candidatura a presidente de la República se produjeron el 18 de diciembre de 1997. Mbeki, el único vicepresidente que quedaba, fungió como el jefe del Gobierno, mientras Mandela se alejaba del poder y destinaba gran parte de su tiempo a la actividad internacional y al ejercicio simbólico de fungir como padre de la patria, mediante actos cargados de características humanas y morales. En 1999 el presidente se despidió de su pueblo con prédicas de moralidad, llamando a la sudafricana una "sociedad enferma, incapaz de librarse de las lacras de la violencia y el sectarismo".

Por su parte, Juan Bosch nació en la ciudad de la Vega, República Dominicana, el 30 de junio de 1909. Su formación autodidacta lo ubica dentro de un grupo selecto en la literatura universal. Fue un luchador incansable contra la dictadura de Trujillo, conformando un frente antitrujillista y siendo uno de los organizadores de la expedición militar de "Cayo Confites". Regresó al país a la muerte del tirano, luego de 23 años de exilio, generando un cambio radical en la mentalidad dominicana, por su lenguaje simple, didáctico y social, desconocido hasta ese momento.

Enseñó que la sociedad de clases era real, resaltando las luchas que se daban en su seno y por qué se daban. Obtuvo un triunfo arrollador en las elecciones del 1962, ganando con más del 60% de la votación. Se convirtió, el 27 de febrero del 1963, en el primer presidente electo democráticamente en cuarenta años en la República Dominicana. Desde el principio trató de establecer prioridades fundamentales para su gobierno, basadas en cuatro pilares típicos de las sociedades modernas: respeto a la independencia de los poderes del Estado, a los derechos civiles y políticos de los ciudadanos, al manejo de los fondos públicos y a un régimen de igualdad de oportunidades para todos; estas fueron la verdadera causa del golpe que lo depuso. Los abanderados, la oligarquía criolla y el Pentágono, temieron por sus intereses particulares ante los firmes principios que asumió desde un primer momento.

En el corto tiempo de su gestión desarrolló una presidencia reivindicadora de conquistas sociales, de honestidad indiscutible y de grandes transformaciones económicas y sociales, promulgándose la constitución más progresista, reformadora y liberal que ha conocido la nación en toda su historia. Dejó aportes extraordinarios en la sociopolítica, la narrativa y la novela, así como precisiones muy valiosas en la historiografía. Fue inspiración para el desarrollo de cuentistas, ensayistas, e historiadores, tanto en la República Dominicana como en el exterior, y un ícono nacional por la dignidad, el patriotismo y el decoro que siempre le acompañaron. Se opuso, desde el gobierno, a los privilegios, al robo del erario público, a la persecución y a la tortura, actividades muy normales en los gobiernos que le antecedieron y que le precedieron.

Juan Bosch realizó esfuerzos extraordinarios por el derecho del pueblo dominicano a vivir y a desarrollar su democracia con libertad y con justicia social. En los siete meses de su gobierno no se violaron los derechos constitucionales de ningún dominicano, ni se permitió a ningún funcionario desviar un solo centavo de los dineros del pueblo en beneficio personal.

Luchó por un Estado que garantice trabajo, educación y salud a todos los dominicanos, por las libertades fundamentales, por la repartición a los campesinos de la tierra sin utilizar, por la soberanía de la nación, en fin, como él mismo diría, luchó por "… edificar un régimen que dé amparo a los que nunca lo tuvieron, que dé trabajo a los que buscan sin hallarlo, que dé tierras a los campesinos que la necesitan, que dé seguridad a los que aquí nacen y a todos los que erran por el mundo en pos de abrigo contra la miseria y la persecución".

Implementó un verdadero plan de austeridad, llegando a suprimir las bebidas extranjeras en las actividades que se desarrollaban en la casa de gobierno. Siendo Presidente de la República usó su carro personal y no el que le correspondía, no violentó nunca una ley de tránsito y tampoco le permitió a su chofer que lo hiciera. Al 25 de septiembre de 1963, día del golpe de Estado, no había pagado muchos de los equipos del hogar que había comprado a crédito. Cuenta Bernard Diederich, en su libro “Una cámara testigo de la Historia-El recorrido dominicano de un cronista extranjero 1951-1966”, página 89, edición de noviembre del 2003, lo siguiente: “… en Puerto Rico, mientras el profesor Bosch se preparaba para regresar a su casa, durante la guerra civil, él recordó la vergüenza que sufrió porque las autoridades francesas lo alojaron en un hotel de lujo y él se vio precisado a pagar la cuenta, teniendo apenas dinero suficiente para cubrirla. Por cierto, que don Juan me dijo –'te bebiste una limonada cuando me entrevistaste y me la pusieron en mi cuenta'. Don Juan, le debo una limonada. Brindaré por usted, como el amigo querido que fue, con algo más fuerte. Descanse en paz”.

Andrés L. Mateo, intelectual dominicano, publicó un ensayo titulado "Juan Bosch, el moralista problemático", que muestra las pertenencias del exmandatario y su esposa mencionadas en un inventario realizado por el notario Francisco Sánchez Báez, junto a militares y testigos, el 28 de septiembre de 1963, tres días después del golpe. Según Mateo, el inventario se ejecuta "con minuciosidad jacobina", detallándose cada una de las pertenencias:
«Una mesa de metal de hierro con tope de vidrio y seis sillas de hierro, dos mesas más del mismo material; dos mamparas, una de tela y otra de pajilla con marcos de madera; una alfombra de guano, dos alfombras de algodón, un juego de muebles de ratán acojinados color verde compuesto de cuatro butacas y dos mesas; una televisión Admiral con pantalla de veintiuna pulgadas, una consola color crema, una lámpara de pie de bambú, un adorno de pared con motivos indígenas; dos juegos de muebles estilo danés acojinados color caoba, compuestos de siete sillones y cuatro mesas; dos lámparas de sala, una con pantalla de cabuya y una de cartón; siete cuadros ornamentales y una Virgen de la Altagracia, dos camitas gemelas de madera americana pintadas de gris con sendos colchones; dos camitas sin espaldar con sus colchones, cuatro mecedoras de madera simulando bambú o pajilla, un archivador de metal color gris de dos gavetas, una máquina de escribir Underwood Five, color gris; un escritorio de playwood y formica con sillón forrado de cuero color negro, un tintero de mármol negro con dos plumas fuentes; una lámpara de mesa con base de metal y tubo de vidrio, un cuadro holográfico del señor Juan Bosch y varias fotografías del mismo; un escudo nacional labrado de caoba, un cofre de caoba, una mesita para teléfono de caoba, tres tomos de la obra “Tres años de Gobierno Democrático” por Rómulo Betancourt; ciento setenta y dos volúmenes de libros y revistas diversos, dos ídolos de madera, una grabadora, un cenicero de mármol blanco; un cortapapel de plata, un estuche de piel conteniendo un cortapapel y una tijera cromados; un cofre de madera forrado de metal, tres floreros y trece ceniceros.

«Esos eran los modestos objetos caseros del presidente Bosch, y el acta no habría sido más que un aburrido documento jurídico si en la misma el apurado notario no hubiera consignado que: “Los muebles y efectos descritos precedentemente, según declaración de la señora Carmen Quidiello de Bosch, son propiedad de ella y de su esposo, señor Juan Bosch, y que muchos de estos muebles han sido adquiridos en ventas a plazos y serán devueltos a los vendedores correspondientes por no haber sido pagados en su totalidad...”»,
señala Andrés L. Mateo en su extraordinario ensayo, para a seguidas precisar:
«Ese Juan Bosch que debía los muebles cuando lo derrocaron, no cabe en los afanes de enriquecimiento de un discipulado que enarbola una hipocresía insolente cuando lo nombra, y que exhibe un confort ofensivo. Diómedes Núñez Polanco debería mandar a enmarcar esta acta notarial, y ponerla en las oficinas públicas, junto a la foto de Leonel Fernández, para que muchos sepan por qué yo llamo a Juan Bosch moralista problemático.»
Nelson Mandela y Juan Bosch son dos ejemplos extraordinarios de dignidad, integridad, honradez, entereza y determinación que el mundo ha dado a la humanidad. ¡Qué diferente sería si los mal llamados líderes imitaran sus acciones! ¡Qué diferente sería nuestra República Dominicana si el presidente actual, discípulo natural de Juan Bosch, imitara sus acciones y se comprometiera hasta los huesos con su nación y con su gente! Agradecemos a Clint Eastwood y a Morgan Freeman por levantar nuestro espíritu dormido, por darnos argumentos para sentarnos frente a una computadora y dejar plasmadas nuestras impresiones sobre una película, sobre una obra de arte... sobre dos extraordinarios líderes y, a la vez, sobre la función del líder y la mediocridad y fraude de la diáspora dominicana en su papel de liderazgo.

Un Óscar para Clint Eastwood y otro para Morgan Freeman. Un Nobel Para Nelson Mandela y, para Juan Bosch, las palabras finales sobre un escrito nuestro del 21 de septiembre del 1997: “USTED ES UN EJEMPLO PARA AMÉRICA Y EL MUNDO. USTED NO HA SIDO PROPUESTO PARA UN PREMIO NOBEL QUIZÁS POR HABER NACIDO EN EL CARIBE, “FRONTERA DE LOS IMPERIOS”, QUIZÁS POR HABER NACIDO EN UNA ISLA PEQUEÑA, COMPARTIDA Y AISLADA DEL FORO INTERNACIONAL, PERO SEPA USTED QUE EN NUESTRO CORAZÓN, Y EN EL DE MUCHOS DOMINICANOS Y LATINOAMERICANOS, USTED ES UN PREMIO NOBEL”.

Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
30 de enero de 2010