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La dominicana, una sociedad para el crimen

Una necesaria ampliación a lo escrito en 'Facebook'. En primera persona, como muestra de solidaridad ante el dolor personal y colectivo...

En 1988, para septiembre, vislumbraba lo que iba a pasar, desde el punto de vista social y económico, en la República Dominicana (políticamente todo estaba definido: los peores gobiernos del PRD habían traído de vuelta los malos de Balaguer).

-Me anticipaba a la crisis en la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), sobre la que advertí al entonces Secretario Técnico de la Presidencia, Guillermo Caram, en una visita que le cursé en su despacho del Palacio Nacional.

-Me anticipaba a "la escasez de todo" de los inicios de los noventa, que me obligó a cambiar el traje por los "jeans" en los vuelos a la República Dominicana pues, en cada uno, y por el nacimiento de mi hija, tenía que cargar hasta azúcar, la insignia del sistema productivo dominicano, que escaseaba como casi todo, desde la gasolina hasta la leche; desde el agua hasta la pasta de tomate; desde el aceite hasta la luz...

-Me anticipaba a la selva que se instauraría en el país si las drogas tomaban las calles dominicanas. Le había hecho a familiares y amigos una descripción exacta de lo que pasaría, producto de las experiencias vividas en Puerto Rico, que exhibía para esos años un presupuesto de 20,000 millones de dólares -con 3.75 millones de habitantes y un promedio de 2.75 asesinatos por día-, contra los 2,000 millones de dólares que destinaba el gobierno dominicano para "satisfacer" una población que, aunque doblaba la boricua, gozaba de paz y tranquilidad.

Recuerdo que, en mis viajes al país, me hacían siempre la observación del alto número de asesinatos que mostraba Puerto Rico, alarma que parecía lógica si se comparaba con el nivel de seguridad que gozaba la sociedad dominicana.

Sin ser un experto en economía (¡total, ningún economista sirve para nada!), me bastaba con analizar el presupuesto/habitante de cada país para el 1990: US$5,333.00 por cada boricua contra US$250.00 por cada dominicano. Estos simples números, sin tener que ir a consultar al Banco Mundial -o a FUNGLODE-, me decían que si las drogas entraban a la República Dominicana se establecería una sociedad para el crimen y la delincuencia, con la participación de políticos, militares y policías, cuyas acciones terminarían convirtiéndose en el elemento principal en el tráfico y consumo de tan nocivas sustancias.

Era un hecho claramente previsible en una nación sin educación y sin fuentes de trabajo, cuyas autoridades no han sido más que ladrones y cuatreros, asesinos unos; comunes otros; y "teóricos" los demás.

Después de cerca de trescientos viajes -a noviembre del 2010, en que haría el último-, he podido comprobar la triste realidad de aquellas palabras que me han impedido, en este 2011, compartir con muchas personas que quiero y me quieren.

Mi hermano, conocido en todo San Pedro de Macorís -jefe de Transmisión de la CDE para la región oriental del país-, fue asaltado, robado su vehículo, y su hijo lanzado al contén cual si fuera una bolsa de basura -sucia práctica muy común hasta en los más encumbrados-.

Amigos y conocidos han sido asaltados; algunos heridos de gravedad; otros asesinados.

Hoy, al entrar en este foro social -"Facebook"-, me encuentro con la triste y desagradable noticia del robo y los golpes de que fue objeto mi querido y entrañable amigo Marcos Caminero (Pililín), que, como diría Pampín Pérez -otro amigo de antaño, comentando unas palabras de agradecimiento que hace Mayra Caminero, hermana de Pililín-, “lo que nos da (es, NH) mucha alegría y diversión con sus canciones”.

Esa es la República Dominicana nuestra: nos matan familiares, amigos, vecinos, conocidos; curas, médicos, abogados, músicos, cantantes, ingenieros; mientras, los políticos, en su afán desmedido de llenar sus arcas personales, han olvidado la esencia del ser humano: la vida. De la misma forma se han olvidado aquellos que se empeñan en seguir patrocinando a tres partidos políticos que lo único que han sabido hacer es saquear y joder al país.

Mi querido y admirado amigo Pililín: recibe, desde mi exilio - que luce ser permanente-, un abrazo solidario. Tienes que seguir brindándonos alegría y buena música. No les des el gusto, a los criminales que te maltrataron, de amilanarte. Sigue adelante, queridísimo amigo.

Te quiero mucho.

Nemen Hazim
Carolina, Puerto Rico
25 de noviembre de 2011