Usamos cookies para brindar un mejor servicio. OK Más información

Comentario a una polémica sobre Juan Bosch

Bosch: un ser humano con más virtudes que defectos. Como buen humano, no escapa a los errores y a las equivocaciones, sobre todo si son el producto de la aversión y la antipatía a una organización política -al Partido Revolucionario Dominicano específicamente-, de la que no estamos exentos ninguno de los que, para la época, formábamos parte del PLD

Elaborado en el mismo orden en que fue redactado el artículo...

Juan Bosch fue el fundador del PRD. A quien visitó en Puerto Rico y a quien esperó en Cuba el doctor Enrique Cotubanamá Henríquez fue a él, a nadie más, y él (Bosch) propuso a Juan Isidro Jimenes Grullón para presidir el partido, pero su ineptitud se encargaría de dejarlo fuera de esa posición.

Fundado el PRD, el canalla cometió su primera fechoría: sacar a Juan Bosch de Cuba, con el apoyo de los Mainardi (Virgilio y Víctor), para así quedarse solo en la dirección del partido. Ángel Miolán propuso, muy sabiamente, ante la salida de Bosch, que este fuera declarado candidato presidencial del PRD, planteamiento que contó con un sólido respaldo de la mayoría y una férrea oposición de Juan Isidro Jimenes Grullón -Juan Bosch se abstuvo-.

Los delegados que arribaron el 5 de junio de 1961 fueron propuestos por Juan Bosch en Costa Rica, con el apoyo de Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón Castillo; se opuso Horacio Julio Ornes por no haber contactado a los demás miembros de Vanguardia Revolucionaria Dominicana, organización que dirigía y con la que había establecido un pacto de compromiso con el PRD.

La decisión fue una mayoritaria, no un acto de cobardía; Juan Bosch se encargaría de solicitar respaldo político y dinero de los partidos y los gobiernos democráticos de América Latina, sin los que sería imposible llevar a cabo las actividades políticas bajo el nuevo esquema conformado por la muerte del tirano y la permanencia de su hijo Ramfis y sus hermanos.

Si no se hubiese planteado el “borrón y cuenta nueva”, las elecciones las hubiese ganado la oligarquía rancia cuyo espacio había sido cercenado por Trujillo: Viriato Fiallo y la Unión Cívica Nacional hubiesen salido victoriosos de esos comicios y otro sería el derrotero del país.

¿Quién inició la lucha contra el golpe de Estado? Sólo el coronel Fernández Domínguez disponía de la valentía y el coraje para enfrentar a los golpistas, pero pudo nada más reunir a otros doce militares –apenas tenía tres días de haber retornado al país-, y cuando le fue comunicada la noticia a Juan Bosch por la esposa de Silvestre Alba de Moya, en las primeras horas de la mañana de aquel fatídico 25 de septiembre de 1963, ya Bosch estaba preso en el Palacio.

No había un partido político que lo apoyara: el PRD no existía como organización política activa (sus locales, con excepción del de la Casa Nacional, que estaba frente al Parque Colón, habían permanecido cerrados desde el día siguiente a las elecciones de diciembre del 1962) y el Catorce de Junio (1J4) se había pasado los siete meses acosando al gobierno para, luego de derrocado, perder sus mejores hombres en Las Manaclas.

Por eso llamó Bosch a la calma; no había que ser adivino para cuantificar los muertos si, desde los inicios del golpe, se hubiese enfrentado a los militares. Es todo lo contrario: quien planifica el levantamiento que habría de producirse en abril de 1965 es el propio Juan Bosch; sólo basta leer la carta que le envió al Dr. Ramón Pina Acevedo el 27 de mayo del 1964, que puede leerse íntegra en "El líder de este momento nacional no puede ser un dirigente político si no el coronel que pueda lanzar soldados a la lucha".

Juan Bosch no rehusó regresar al país cuando estalló la Revolución de Abril. Juan Bosch no regresó porque los Estados Unidos, el país que lo había derrocado y que había enviado tropas a la República Dominicana, no iba a permitir jamás que pisara tierra quisqueyana (existían órdenes expresas de Lyndon B. Johnson para impedir su retorno, bajo el alegato de que la Revolución Constitucionalista tenía el mismo carácter comunista que había provocado su expulsión del poder). Además, fungía (y aún funge) como dueño absoluto de Puerto Rico, lugar escogido por Bosch para su exilio porque era el único en esta parte del mundo que le garantizaba la vida.

Doña Milagros Ortiz, su sobrina, sabe de los esfuerzos de Juan Bosch por entrar en territorio dominicano. Doña Arlette Fernández, esposa del coronel Fernández Domínguez, también lo sabe. Para que prevalezca la verdad, es bueno que la prensa invite a estas dos grandes mujeres dominicanas a plasmar sus vivencias acerca de la estadía de Juan Bosch en Puerto Rico para abril del 1965.

También, en los archivos de la Fundación Luis Muñoz Marín, en Trujillo Alto, Puerto Rico, hay evidencias contundentes acerca de los esfuerzos del profesor Juan Bosch por retornar a su patria en plena revolución, y la misma está abierta al público, gratis, y sin compromiso de índole alguna.

Juan Bosch hizo la campaña política del 1966 en la medida que las circunstancias se lo permitían: aún permanecía el país ocupado por tropas extranjeras; el Dr. Balaguer era el favorito público de Lyndon B. Johnson -presidente de los Estados Unidos-; los yanquis mantenían, acerca de Juan Bosch, el mismo calificativo de comunista que dio origen al golpe de Estado, y las tropas norteamericanas pasaban por la puerta de su propia casa gritando "¡Balaguer ocho años, Balaguer ocho años!".

¿Terminó actuando correctamente? Aunque hizo un llamado imprudente para que los votantes acudieran a las urnas con piedras y palos, le explica a Miguel Cocco, en una conversación que sostuvo con él y que se puede leer completa en "Yo tracé una estrategia de no salir a la calle, de hablar sólo por radio y televisión, en el convencimiento de que tenía que perder, porque si hubiera ganado las elecciones, República Dominicana hubiera sido el segundo Estado Libre Asociado del Caribe, porque las fuerzas norteamericanas no iban a dejar el país en manos de ideas progresistas", que hizo “campaña para perder” porque, si hubiera ganado las elecciones, “nosotros hubiéramos sido el segundo Estado Libre Asociado del Caribe, porque las fuerzas norteamericanas no iban a dejar el país en manos de ideas progresistas”. Este sería otro extraordinario tema a debatir en la República Dominicana, que dejamos en manos de la prensa.

Juan Bosch entendía que había que insuflar ideología y cohesión al PRD, por lo que salió del país para afinar juicios acerca de la sociedad dominicana, mismos que parieron “Composición Social Dominicana”, “De Cristóbal Colón a Fidel Castro, el Caribe frontera imperial” y “El Pentagonismo, sustituto del Imperialismo”. Regresó a una República Dominicana de inicios de los setenta convertida en un infierno. Existía terrorismo permanente: los revolucionarios mataban un policía y la policía mataba dos o tres revolucionarios; los revolucionarios mataban un chofer o un dueño de colmado para robarle el dinero, para armas y comida, y la policía respondía matando cuatro o cinco revolucionarios; este círculo se hacía interminable hasta que, desde los estamentos militares, se tomó la decisión de matar a todos los izquierdistas prominentes, que sumaban algo más de 150; y esta información llegó a Juan Bosch mientras escribía en Europa sus obras sociopolíticas más importantes, forzándolo a regresar al país en un ambiente político en el que el secretario general del PRD, José Francisco Peña Gómez – el “astro con luz propia”- le había escrito una carta considerándose incompetente.

Narciso Isa Conde y varios más de los “vivos” pueden dar testimonio del esfuerzo que desplegó Juan Bosch para salvar las vidas de muchos de los líderes revolucionarios -que serían el objetivo principal de un grupo dentro de las Fuerzas Armadas que buscaba dar un golpe a Balaguer para implementar en el país un gobierno militar tipo los que existían en América del Sur y América Central-.

El lunes cinco de febrero de 1973, tres días después del desembarco de Caamaño por Caracoles, Juan Bosch y Peña Gómez se encontrarían, por primera vez desde ese viernes, en la casa del presidente del PRD para analizar, en una reunión de emergencia de la Comisión Permanente, la llegada del coronel Francisco Caamaño Deñó a tierras dominicanas comandando una guerrilla de nueve hombres.

Ese mismo día, 2 de febrero, el excoronel Emilio Ludovino Fernández visitaría a Bosch en su residencia para informarle que “el coronel Caamaño le manda a decir que apoya con toda su alma la línea política que sigue el Partido Revolucionario Dominicano y que usted y el PRD pueden contar con todo su respaldo”. José Francisco Peña Gómez acompañaba al excoronel Ludovino Fernández cuando le transmitió a Juan Bosch el mensaje que le había enviado Caamaño. Además, este mismo “predestinado” había estado en la casa de Bosch el día 5 y no le había informado acerca de la presencia de Caamaño en el país, cosa que haría dos o tres horas después cuando Juan Bosch inicia, en la casa de Jacobo Majluta, la reunión de la Comisión Permanente –que había sido cambiada por petición de Peña-, cuestionando la veracidad de la guerrilla, ya que el mismo Caamaño, por voz de Ludovino Fernández, y en presencia del “astro con luz propia”, le había comunicado la adhesión a la línea política suya y del PRD, que nada tenían que ver con alzamiento en armas para derrocar el régimen criminal de Balaguer.

Peña le ratifica a Bosch la presencia del coronel Caamaño y manifiesta que la información le fue ofrecida por Guarionex Lluberes Montás, hermano de Salvador, al momento jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana. Aquí inicia la clandestinidad y la ruptura de Juan Bosch con el “líder máximo”, quien sí sabía que Caamaño vendría, razón por la que había expresado en un mitin en Puerto Plata que “las ametralladoras sonarán de nuevo en las calles de Santo Domingo, igual que en 1965”. Sobre este tema pueden hablar con mucha propiedad Hamlet Hermann, Miguel Franjul, Bonaparte Gautreaux Piñeyro, Claudio Caamaño y otros; hágase un simposio para esclarecer esta parte oscura de la historia dominicana que necesariamente tiene que arrojar luz acerca de la traición al Coronel de Abril.

El Partido de la Liberación Dominicana que fundó Juan Bosch bajo los lineamientos del Centralismo Democrático es el mismo que quería estructurar con un PRD rancio, indisciplinado, de débiles prácticas organizativas y conocimientos políticos incompletos, pero no pudo; el PRD era (y sigue siéndolo) una “desorganización política”.

En el intento de establecer la revista Política: Teoría y Acción, el profesor Bosch tuvo que hacer de mecanógrafo, traductor, director, corrector y articulista; el único artículo del Dr. Peña Gómez que apareció en la misma fue escrito a petición del propio Bosch, quien desplegó inútiles esfuerzos en el establecimiento de los Círculos de Estudios, sobre todo al no acudir el “máximo líder” a ninguna de las reuniones del organismo al que pertenecía, porque “no era necesario”… él era un “astro con luz propia”.

Las elecciones de 1974 serían otro matadero electoral, igual a las de 1970, tal y como lo había señalado Juan Bosch; y el Dr. Peña Gómez se encargaría de validar estas palabras cuando un día antes de los comicios retiró la participación del PRD (Juan Bosch ya había formado el PLD, que tampoco acudió a esa contienda) debido a la inmoral práctica de los militares de incursionar en las actividades políticas: identificados con Balaguer, portaban un pañuelo rojo en la punta del fusil.

El comportamiento asumido por el profesor Juan Bosch -y el PLD- ante el conflicto surgido de las elecciones que había ganado limpiamente el PRD, ha sido uno de dudosa posición política, que se convierte en una blanca nube en la limpia esfera azul que adorna la vida del ilustre dominicano que, como buen humano, no escapa a los errores y a las equivocaciones, sobre todo si son el producto de la aversión y la antipatía a una organización política -al Partido Revolucionario Dominicano específicamente-, de la que no estamos exentos ninguno de los que, para la época, formábamos parte del PLD.

Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
11 de diciembre de 2011