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Época de Navidad

Momento propicio para reflexionar y actuar según los mandamientos que Dios le entregó a Moisés

Es época de Navidad… momento propicio para reflexionar y actuar según los mandamientos que Dios le entregó a Moisés, hecho sobre el que experimentamos serias dudas, dada la contraposición de las malas prácticas religiosas a la esencia del verdadero significado, comenzando con las que históricamente ha cometido el “pueblo de Dios” y siguiendo con las que cada día han desarrollado las iglesias, sobre todo la católica, cuyo mérito es haber asesinado más seres humanos que los Estados Unidos, Hitler y Stalin juntos.

Según las “escrituras”, Moisés subió al monte Sinaí y permaneció en su cima cuarenta días y cuarenta noches, al final de los cuales recibió de Dios los diez mandamientos escritos en dos tablas de piedra que, según el pacto, "no debían tolerar desobediencia alguna".

El supuesto pueblo de Dios se ha encargado de pisotear casi todos los mandamientos:
- Ha cometido, en el nombre del Señor, crímenes tan atroces como los propios que sufrió en Europa bajo la Alemania Nazi de Hitler (violación al #2);

- Ha asesinado niños, mujeres, ancianos y hombres de paz en su inconcebible afán de establecer el Estado judío en tierras palestinas (violación al #5);

-Ha realizado el más grande de los actos impuros al pedir la crucifixión de Jesucristo y la libertad para dos ladrones que históricamente se convertirían en el símbolo de su accionar (violación al #6);

- Le ha robado territorio a Palestina, dejando a sus pobladores en la indigencia y propiciando la separación del núcleo familiar (violación al #7);

- Ha mentido y tergiversado la realidad sobre la apropiación de suelo palestino para patrocinar asentamientos y ensanchar descaradamente su frontera, tal y como hace dentro de la misma Jerusalén con el levantamiento de un muro que a todas luces le roba hogares, historia, mezquitas, comercio, escuelas, hospitales y hasta la propia vida a los palestinos (violación al #8);

- Ha sembrado en los corazones de sus integrantes el odio y el deseo de muerte contra todo pueblo que intente desarrollar nuevas tecnologías en beneficio de sus pobladores, esparciendo por el mundo la mentira y la infamia sobre Irán, con tal de que sus tutores -dueños y señores del mundo- se lancen en una nueva aventura, repleta de peligros insospechados, de ocupación y ejecución de gobernantes, práctica en boga en estos tiempos “OTANizados” (violación al #9);

- Y, por último, ha caminado durante casi dos siglos codiciando lo que pertenece al pueblo palestino, animado y respaldado primero por los ingleses y ahora por los Estados Unidos (violación al #10).
Las iglesias no se han quedado atrás: las evangélicas y otras denominaciones se han convertido en maquinarias para hacer dinero. Los “pastores” o “ministros” se han multiplicado como el pan y los peces mientras la feligresía se mantiene en ignorancia total, saqueada por vulgares ladrones -actuando siempre en el nombre de Jehová- vestidos a la última moda y con caracterizaciones e interpretaciones que empequeñecen a Dustin Hoffman, Robert De Niro o Meryl Streep.

El diezmo es obligatorio. Cuanto más alto, más cerca se sienta y se siente el creyente del pastor o del ministro, porque ya las iglesias tienen asientos y relaciones VIP, que ocuparán, lógicamente, los más “desprendidos” económicamente. Las oraciones cuestan dependiendo de la petición y del tiempo que los ministros dediquen a las mismas; los que poseen títulos deben pagar un “diezmo” adicional por la mención dentro de un escenario que los deslumbra.

La iglesia católica es la que más desdice de los mandamientos. Históricamente han muerto millones y millones de seres humanos en el nombre de Dios. Por medio de las cruzadas, llevadas a cabo con el objetivo de restablecer el control cristiano de Tierra Santa durante más de trescientos años, la iglesia católica participó en los asesinatos de musulmanes, judíos, cristianos ortodoxos -griegos y rusos-, mongoles, prusianos… inclusive de enemigos políticos de los papas, poniendo al desnudo su intolerancia a la disidencia y a la diversidad.

Ha sido patrocinadora de golpes de Estado en toda América Latina, poniéndose siempre del lado de los oligarcas; ha sido racista, protectora de curas lujuriosos, violadores de niños y niñas, cuyos papeles han sido más eficientes como enfermos sexuales que los que han exhibido en la difusión de la palabra de Dios.

Obispos, arzobispos y cardenales han sido acusados, y sus fechorías han sido comprobadas, y ninguno ha sido sometido a la justicia ordinaria para que “disfrute” en carne viva, en las cárceles mundanas, lo que se siente al no poder “disponer de su culo porque se lo violan”, como diría Sara Pérez en un reciente artículo aludiendo la precariedad con la que viven los presos comunes frente a las comodidades de las que disfrutan los ladrones de “cuello blanco y alma negra”.

Encima de tan repugnantes prácticas, la mayoría vive con lujos que ofenden el sacrificio y la humildad de Jesucristo. Algunos ocupan altos rangos en las Fuerzas Armadas y, entre ellos, se cuenta un cardenal en la República Dominicana que ostenta el de general, como si no le bastara la opulencia de la que hace gala y la arrogancia con la que vive ofendiendo la pobreza y la falta de oportunidades.

Peor aún es la feligresía de la iglesia católica, que se ufana de mencionar a Cristo, de aludir a Dios, de propagar mensajes de terror en la descripción de un ser supremo que por necesidad tiene que ser dulce, bondadoso, cariñoso, condescendiente y solidario, no ese monstruo que se come las personas vivas y que infunde un terrible miedo.

Se cuentan los exhibicionistas que alaban a Dios con frases rebuscadas, como sacadas de un cofre mágico, pero en la realidad lo que hacen dista mucho de lo que sale de un lápiz, una pluma o una computadora. Son estos los que claman al Señor en momentos de necesidad, de pena o de dolor, siempre en casos individuales, y a quienes les importa un carajo la pobreza que cuelga como un cartel del cuello de los indigentes. Son los que con cien pesos, en moneda de cualquier país, compran la bendición de un “representante de Dios en la Tierra”.

En el plano regional, están los que ahora, en la monarquía instalada en la parte oriental de una isla del Caribe, toman el té a las tres de la tarde, como buenos ingleses, con sombreros y trajes propios de la oligarquía medieval, que muy bien exhibe una mal llamada "primera dama", esposa de un corrupto, cínico e indolente gobernante; los que tienen que esperar el año nuevo en Miami porque “si no vas, no estás en nada”, expresiones típicas de algunos engendros de esta parte del hemisferio; los que se van a Cuba a corromper con dinero sucio alguna rubia ansiosa de dejar los hábitos comunistas; y los que estando casados, ocupando cargos de relativa importancia en el gobierno, dejan a sus esposas por blancas mujeres centroamericanas de las que, en busca de mejores oportunidades, han arribado al Caribe Central, y que con su acento han ablandado los tiernos corazones de los corruptos sin personalidad (¡porque los hay con carácter y personalidad definida!). La mayoría de estos encapsulados se ha formado bajo el imperio de la corrupción -con capitales que provienen ilícitamente del Estado-, y ha encontrado cuna en la iglesia católica, que perdona sus pecados con un “Pater Noster” y un Ave María.

Es época de Navidad… momento propicio para reflexionar y actuar según los mandamientos que Dios le entregó a Moisés, pero para hacerlo fielmente como lo que son: mandamientos para el orden, el respeto y la solidaridad; para compartir glorias y fracasos, escasez y abundancia, paz y amor; para hacer de este un mundo de convivencia total, sin ideologías ni religiones... sin armas químicas ni nucleares... y, para hacerlo, se hace necesaria la participación de todos, de cuya integración saldrá la sensibilidad y comprensión que se requiere para evitar lo que la codicia y el anhelo de capitales mal habidos están a punto de producir: la Tercera Guerra Mundial.

Un cambio de actitud de las iglesias -entidades que aglutinan y dirigen millones de seres humanos en el mundo-, y una feligresía firme -comprometida, honesta y pulcra-, pueden frenar la catástrofe que se aproxima. El compromiso de luchar por justicia social y repartición equitativa de la riqueza, denunciando y combatiendo todo acto de corrupción, es la mejor práctica cristiana y la mejor forma de servir a Dios.

Es época de Navidad… momento propicio para reflexionar y actuar según los mandamientos que Dios le entregó a Moisés.

Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
19 de diciembre de 2011