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El PLD: una corta historia sobre sus orígenes

De servir al pueblo a servirse de él. Los peledeístas permanecieron más de veinte años al lado de Juan Bosch engañándolo, fingiendo, esperando el momento de su desaparición para convertirse en los políticos más corruptos, cínicos y sinvergüenzas que ha dado la nación dominicana

En innumerables ocasiones nos hemos detenido a leer los comentarios que aparecen al pie de cada artículo o noticia, en los diferentes diarios, y nos llama sobremanera la atención la forma en que algunos, en uso de sus prerrogativas, defienden las acciones negativas del gobierno de Leonel Fernández y su partido, el de la Liberación Dominicana.

Los simpatizantes del opositor Partido Revolucionario Dominicano, ante noticias que reseñan comportamientos indebidos del presidente Fernández y el PLD, se expresan como si en los ocho años de gobierno que agotó su partido, el PRD, hubiesen realizado gestiones de excelencia al frente de la administración del Estado. Ante esta situación, los peledeístas responden en defensa de su líder, y de su organización, produciéndose un enfrentamiento escrito digno de las mejores galleras del país, con la diferencia de que el ruido que se da en estas, en vez de molestar, alegra y entusiasma.

Las palabras se suceden en forma burda y desordenada, convirtiéndose en justificaciones pueriles y expresiones huecas que dejan de lado la objetividad y los planteamientos serios que deberían darse en el ámbito en el que se desarrolla el tema, ya sea que esté insertado en el diario como una noticia o plasmado como un artículo. Las respuestas de los peledeístas, en su gran mayoría, son de respaldo a las malas acciones realizadas por Leonel Fernández y su partido, el PLD y, para ello, se excusan en las tropelías que se cometieron bajo los gobiernos encabezados por el PRD y el Partido Reformista.

Los planteamientos de los simpatizantes del PLD asumiendo la defensa de la gestión de gobierno encabezada por Leonel Fernández son simples e inmorales: se podrían hacer las fechorías más grandes, y bien hechas estarían si con anterioridad han sido cometidas por perredeístas y reformistas… Y es aquí donde radica la intención primordial de estas líneas y, de encabezarlas, como lo hicimos, con un título que alude la historia política reciente, que debe ser conocida por la juventud para que pueda entender por qué a los peledeístas no se les puede aceptar la misma defensa fútil que a los demás depredadores del Estado.

Es importante que esa juventud dominicana desarrolle una idea clara acerca de las razones que llevaron a Juan Bosch a abandonar el PRD para fundar el Partido de la Liberación Dominicana y, para que eso suceda, debemos hacer una pequeña historia, contada varias veces con anterioridad, pero nunca dentro del marco que ahora le proporcionan las palabras que salen de las manos de los peledeístas… los formados bajo las teorías de la “nuova strada” que encabeza Leonel Fernández.

En 1939, durante la tiranía de Trujillo, se formó en el exilio una agrupación política que había sido concebida con el único propósito de servirle al país, primero con el desplazamiento de la dictadura trujillista, y luego con la conquista del poder por las normas establecidas y la consecuente instalación de un gobierno que brindase al pueblo las bondades del ejercicio democrático (educación, salud, trabajo y justicia social).

Trujillo es ajusticiado en mayo de 1961 y esa organización política, llamada Partido Revolucionario Dominicano, llega al poder en febrero de 1963 con la intención de brindarle a los dominicanos lo prometido, pero es derrocada en septiembre, apenas siete meses después, porque la oligarquía dominicana y los yanquis entendían que no eran merecedores de esas bondades que se derivan de un ejercicio democrático íntegro y puro como el que intentó establecer, desde el primer día de gobierno, “el político que no dejó matar ni robar”, como definiera Ana Mitila Lora al profesor Bosch en un escrito suyo publicado a raíz de su muerte.

Transcurrieron diez años desde ese funesto golpe de Estado de septiembre de 1963 para que el fundador del PRD, Juan Bosch -no otro, como quieren señalar algunos-, lo abandonara (en 1973) y fundara el Partido de la Liberación Dominicana, pero de este hablaremos más adelante porque aún no se ha dicho lo más importante sobre el PRD.

Desde su fundación, el Partido Revolucionario Dominicano dio indicios de lo que sería como organización política: Juan Isidro Jimenes Grullón se encargaría de escenificar la primera gran rebelión en su afán por ser la cabeza principal, y lo sucedido, de ahí hasta que José Francisco Peña Gómez intentara hacer lo mismo en 1973, sería alarmante.

Los perredeístas convirtieron su parcela política en una desorganizada, sin estructuras definidas, carente de convicción ideológica… irrespetuosa. El partido perdió la capacidad de dirección y sus líderes pasaron a ser voceros de la intriga y la mentira. Dejemos que sea el mismo Juan Bosch que lo explique:
Vivían una vida falsa, una vida doble en la que no eran ni lo que decían ser ni lo que querían ser. Aparentemente eran políticos y en la realidad no lo eran porque lo que ellos habían hecho al dedicarse a la actividad política era escoger un camino que debía conducirlos a ser conocidos, y eso era lo que en verdad querían, ser personajes, no líderes políticos: lo primero les facilitaba obtener lo que ellos se proponían, esto es, privilegios de tipo personal, y lo segundo, les exigía sacrificios, luchas en defensa del pueblo, y esto último no era lo que ellos buscaban en la vida… El PRD no tiene capacidad para nada, y si llegara al poder algún día no sería mejor que el Partido Reformista, y quizá sería peor… el gobierno de 1963 fue derrocado porque no había un partido que lo apoyara. En esa ocasión, a sólo nueve meses de las elecciones en que había ganado el poder, el PRD era ya inexistente desde el punto de vista orgánico. Tenía un nombre, pero nada más…”.
Juan Bosch salió del PRD porque en ese partido no existía posibilidad alguna de que el pueblo dominicano fuera favorecido cuando regresara al poder. En sus afanes por crear una estructura organizada y consciente, descubrió las limitaciones propias de los perredeístas, que se negaban con ahínco a formarse como militantes políticos, no como simples miembros sin obligaciones en un partido del que el pueblo esperaba total compromiso en la solución de sus perennes problemas.

En el Partido de la Liberación Dominicana, que funda en 1973, el profesor Bosch dedicó esfuerzos incalculables para exigir de sus miembros un comportamiento diferente del asumido históricamente por los integrantes del PRD, y tan severo fue en sus juicios que llegó a expresarse, en ocasiones, con palabras descompuestas, producto del desprecio que sintió por esa organización, el mismo que fue sembrando en cada militante como una forma de evitar que las malas mañas se infiltraran dentro del PLD e hicieran de los peledeístas personas de vida falsa, de vida doble, “en la que no eran ni lo que decían ser ni lo que querían ser”.

El conocimiento acabado que tenía de la composición social dominicana le mantuvo siempre en alerta durante todo el proceso de configuración del nuevo partido, en el que la gran mayoría de sus miembros saldría de la baja pequeña burguesía, dotada de vicios y deformaciones que él conocía mejor que nadie.

Los ocho años de gobierno del PRD (1978 a 1986) le dieron la razón al profesor Bosch cuando dijo que “si llegara al poder algún día no sería mejor que el Partido Reformista, y quizá sería peor”. Aunque fue bastante certero en sus pronósticos, concebidos con varios años de anticipación, es justo reconocerle al PRD las libertades públicas e individuales que transformaron el país después de doce años de sangre y fuego que caracterizaron la semidictadura que ejerció Joaquín Balaguer.

Con relación a todo lo demás, las acciones de los gobiernos del PRD fueron frustrantes: ambos terminaron en tragedia. Antonio Guzmán acabó quitándose la vida ante el esquema de corrupción que logró desarrollarse, y Salvador Jorge Blanco terminó preso por las mismas razones. Ante este oscuro panorama, Juan Bosch definió al PRD como una “agrupación política... que al llegar al poder 40 años después de fundada, salió del Palacio Nacional dejando tras si la fetidez propia de todo lo que se corrompe”.

Anticipándose a la realidad de un PLD “que volvió a matarlo después de muerto”, en una explicación acerca del partido y las masas, Bosch decía que “el PLD no puede faltarse el respeto a sí mismo cayendo en actividades populistas, porque con esas actitudes se le abre paso hacia las entrañas de nuestra posición ideológica al peor enemigo que podemos tener, el que nos puede derrotar desde adentro de nosotros mismos convirtiéndonos, sin que nos demos cuenta de ello, en otro PRD… ; y el día que eso sucediera tendríamos que interrogarnos diciéndonos ¿por y para qué, pues, salimos del PRD, si ahora nos convertimos en lo que él es?”.

El Partido de la Liberación Dominicana tenía que ser diametralmente opuesto al PRD. Fue concebido como un partido de cuadros, que requería de estudio, tiempo y sacrificio para otorgar la membresía a quien ingresara a la organización. Una persona pasaba a convertirse en miembro después de haber sido parte de un círculo de estudios en el que aprendía historia, organización, disciplina, manejo de finanzas, ejercicio de la actividad política y toma de decisiones; y todo este proceso se prolongaba por dos o tres años -a veces más, dependiendo de los conocimientos y la capacidad del circulista- de intensa interacción entre el ejercicio teórico y el desarrollo práctico. Bajo este esquema, salía un militante político de 24 horas al día, 7 días a la semana, 52 semanas al año; y ese militante debía exhibir, donde quiera que estuviese, una conducta intachable que lo hacía diferente de los “miembros” de otras agrupaciones políticas, sobre todo de los perredeístas.

Un miembro del PLD gozaba, dentro de la comunidad pasiva o no comprometida, de un prestigio indiscutible; y esto no era fortuito: la capacidad de trabajo, el orden y la organización en actividades de masas, la pulcritud en el manejo de las finanzas, el conocimiento cabal de los problemas que aquejaban a la sociedad dominicana y el planteamiento de las debidas soluciones hicieron del partido morado uno “único en América”, tal y como lo llamó Juan Bosch en una de las pocas obras autobiográficas que salieron de su pluma.

Puede notar el lector joven la diferencia insalvable entre perredeístas y peledeístas: el perredeísta es el producto natural de la sociedad dominicana. Sus comportamientos son similares: el dominicano sabe de todo, igual que el perredeísta; al perredeísta nadie lo manda, nadie lo dirige… al dominicano tampoco; los dominicanos son todos jefes, igual que los perredeístas. Se podrá poner en dudas, en algún momento -con el devenir de los años-, si la sociedad dominicana engendró al PRD o si el PRD parió la sociedad dominicana.

Los peledeístas son diferentes: estudiaron –y no nos referimos a carreras o profesiones- y aprendieron a conocer la sociedad; son más objetivos y calmados en sus propósitos; menos emotivos; no hacen vida social (los de abajo, pues los de arriba han aprendido a hacerla… ¡y de qué forma!). De resentidos sociales pasaron a las páginas sociales de los diarios, con sus esposas nuevas, trajes nuevos, carros nuevos, casas nuevas, villas nuevas, millones nuevos, queridas nuevas; no comparten… lo que roban es sólo para ellos. Si ha habido algún calificativo extraordinario en la vida política dominicana, es el de “comesolos” con el que fueron bautizados.

Los perredeístas roban, y parte de lo obtenido por métodos tan sutiles lo gastan en fiestas y comederas; los reformistas han robado siempre, son muy coherentes en esta actividad tan lucrativa, pero han sentado cátedra en asistencia social: medicina, comida y dinero en efectivo siempre han estado a la orden del día para cualquier pobre en casa de reformista influyente.

Los peledeístas son tan… ¡tan increíbles!, que permanecieron más de veinte años al lado de Juan Bosch, engañándolo, fingiendo, esperando el momento de su desaparición para convertirse en los políticos más corruptos, cínicos y sinvergüenzas que ha dado la nación dominicana, que ha debido soportar esta deformación social toda su vida republicana, cual si fuera una enfermedad de las que no tienen cura, de esas que poco a poco van consumiendo la vida, desde que se nace hasta el día en que el cuerpo se resiste a soportar más sufrimiento.

Nunca podrá el actual peledeísta -el que se cobija en un PLD totalmente diferente del que el pueblo visualizaba como su verdadera y única esperanza- argumentar las mismas razones que los perredeístas o reformistas para justificar sus desaciertos y fechorías. Estos últimos no estudiaron para robar: ¡robaron y ya! En cambio, los peledeístas se pasaron casi una generación hablando "vacuencia"; uno de ellos llegó a dividir la sociedad dominicana en corruptos y peledeístas. En un país que haga honor a sus cojones, preso estaría el charlatán que expresó semejantes palabras, como preso debería estar el que mal dirige los destinos del país, cuya foto en una de las cajas que contienen comida y algunos artículos de Navidad, publicada por Acento.com.do en la edición de ayer -y que él mismo se encarga de repartir, con valor cercano a los 1,300 millones de pesos, propiedad del pueblo dominicano-, indigna e irrita a todo el que conozca su proceder y las intenciones ocultas que hay tras este tipo de acción.

Maquiavélicamente, Leonel Fernández se compromete con la miseria dominicana para futuros proyectos, que en nada benefician a Danilo Medina, el candidato actual por la organización política que conserva sólo la disciplina (inducida, no voluntaria) como único vestigio del otrora glorioso partido de Juan Bosch, y que el Dr. Fernández usa para doblegar -conjuntamente con la subvención del activismo político, vía nómina estatal- la falta de carácter de los borregos que le dan sustancia al culto a la personalidad por el que se desvive. Harta está la mayoría de tanta mentira y tanto engaño como para validar un gesto que a todas luces es indecente, indecoroso, corrupto, vil, infame e irritante.

Esta es la pequeña historia que debe conocer la juventud dominicana. El PLD costó mucho sacrificio y mucho esfuerzo para formar personas que trabajaran con honestidad, integridad y dedicación por la solución de los grandes problemas nacionales; y todo ese esfuerzo y ese sacrificio sirvieron únicamente para convertir ladrones vulgares en ladrones duchos en el funcionamiento del Estado. Roban hasta donde no hay; violan leyes y normas establecidas sin siquiera inmutarse; desaparecen, como por arte de magia, cientos de millones de dólares y no dan la más mínima explicación; inventan estadísticas y formas nuevas de divulgación… en fin, son expertos en la búsqueda de estrategias para saquear al Estado. Por eso son peores, porque lo que hacen, con profundo conocimiento y plena conciencia, los convierte en los seres más despreciables de la patria de Juan Bosch, cuyo nombre utilizan para seguir cogiendo de pendejo a un pueblo que requiere a gritos que le hablen con la verdad… que le enseñen a recuperar esa bravura que lo caracterizó hasta los años finales de la década de los setenta.

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
22 de diciembre de 2011