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[II de III] El poder y el liderazgo de Leonel Fernández

El Cantinflas dominicano sin la gracia, la sensibilidad y la integridad del símbolo del pueblo mexicano (II de III). Leonel Fernández necesita jugar con las posiciones que asume; en ocasiones de forma consciente y en otras, más que nada, porque no tiene la racionalidad para asimilar los saltos que ha dado su vida

Son muchos los años que el fundador del “nuevo camino” lleva imitando a Cantinflas, pero sin la gracia, la sensibilidad y la integridad de este extraordinario símbolo del pueblo mexicano. No es nuevo su proceder como simulador; en un plano ridículo, de mezquindad frente al liderazgo alcanzado por Danilo Medina -quien ha usado sus deleznables métodos-, ha querido justificar la “temporera pérdida de preponderancia” compartiendo “algunas experiencias vividas acerca de cómo se percibe y practica, en determinados ámbitos, el fenómeno del poder político y el liderazgo en la República Dominicana…”. ¡Hermosa justificación! ¿Ejemplo único del desmemoriado? ¿Se excluirá él del artículo de marras?

Leonel Fernández viajó sin ningún tipo de regulación por parte del Estado, incluso en aviones privados, violando todos los preceptos éticos; despilfarró más de 50 millones de dólares del erario en viajes de placer, en megalomanía… ¿Tiene calidad moral para hacer señalamientos de liderazgo quien sustrae los dineros de la alimentación, la salud y la educación de un pueblo para hacer turismo, y encima, al más alto nivel?

¿Qué hizo con el liderazgo cuando sus funcionarios tomaron documentos del Palacio Nacional, supuestamente sin su consentimiento, y lo presentaron en el congreso para que se aprobaran proyectos que sólo los beneficiarían a ellos? ¿Sirven para otras cosas que no sea maldad, cinismo, indolencia y corrupción las lecturas del doctor Leonel Fernández?

Antes de pasar a narrar “El paraíso de Modesto Guzmán” el exjefe de Estado cita, “desde la antigüedad”, a Platón y Aristóteles; “en la época del Renacimiento, durante el siglo XVI”, a Nicolás Maquiavelo; “en el período contemporáneo”, al sociólogo alemán Max Weber, al economista norteamericano John Kenneth Galbraith; “y más recientemente” a Robert Greene, a Moisés Naím, a Joseph Nye y al “destacado psicólogo y analista político dominicano” Leonte Brea. En el desarrollo de “Los sobrecitos de Dajabón” le toma “prestado a la teoría de la comunicación el conocido esquema de Lasswell”… y nos preguntamos, ¿para qué? ¿Para qué tanta lectura? ¿Para hacer lo mal hecho, propiciar el saqueo al erario y burlarse de todo un pueblo? ¿Cuáles fueron las lecturas de Trujillo?

Leonel Fernández no es tan malo como Trujillo; ni siquiera tan malo como Joaquín Balaguer. Pero tampoco es tan bueno como Juan Bosch, a quien ha traicionado y tratado, por todos los medios, de borrar de la vida honesta y de compromiso de la República Dominicana. Tampoco alcanza la estatura de José Francisco Peña Gómez, a quien se impuso gracias a la propaganda de odio que fomentó y ejecutó en su contra; ese odio del que es responsable y que hoy enarbolan grupos ‘nazionalistas’ para justificar el despojo de la dominicanidad a cientos de miles de compatriotas.

Al no ser figura preponderante en ninguno de los extremos fructifica, en la psiquis de Leonel Fernández, un sentimiento de frustración que lo lleva a hacer expresiones mezquinas, ridículas e incluso incisivas, que reflejan, más que nada, un estado de desaliento que aflora en las torpes explicaciones sobre su desplazamiento del liderazgo del Partido de la Liberación Dominicana y del mismo país, que ha abierto poco a poco los ojos y ha aprendido a verlo como lo que es: ¡un farsante!

Ese Leonel Fernández es «carente de una verdadera personalidad… (que) se avergüenza de su pasado… (es) el mismo que no sólo destruyó la humilde casita donde vivía, sino que… borró la manzana entera para construir un centro cultural cuya puerta de entrada está del lado opuesto a sus antiguos vecinos…

«Del Leonel Fernández que conocimos… no queda nada. Su metamorfosis fue más grande que la de Gregorio Samsa
(relato de Franz Kafka que narra la historia de Gregor Samsa, comerciante de telas que un día amanece convertido en insecto). Atrás quedaron los locrios de pica pica, las tripitas y cadenetas, el mangú con mortadela frita, los suculentos asopaos…

«La botellita de vino Moscatel Caballo Blanco y el popular ponche Crema de Oro, de las Navidades, fueron reemplazados por la champaña y el caviar, que parecen haberle provocado una severa amnesia selectiva, borrando de su memoria casi todos los platos cotidianos de aquel humilde pasado y que, definitivamente, incluía la famosa dieta de pico y pala y pichirrí guisado…»
(Comillas españolas de Julio César Valdez/Leonel Fernández y yo; memorias inéditas. Paréntesis míos, nh).

¡Y pensar que una vez osó desconocer el pichirrí!

Leonel Fernández necesita jugar con las posiciones que asume; en ocasiones de forma consciente y en otras, más que nada, porque no tiene la racionalidad para asimilar los saltos que ha dado su vida. Por eso las expresiones anteriores revisten tanta importancia; cuando hace un reconocimiento se burla o denigra, sutilmente en la mayoría de las ocasiones, y abiertamente cuando se sale de control. ¿Podemos recordar estas palabras del 2007?: “Ayer escuchamos lo insólito de parte de nuestro competidor… (Danilo Medina, nh). Dijo que tiene una sierra eléctrica para cortar el palo donde está subido el león… ha revelado que a lo que se dedica es a serruchar palos… ¿Se imaginan ustedes?, ha hecho una confesión: a lo que se dedica es a serruchar el palo. Yo nunca lo quise creer; a veces creía que eran chismes, pero muchos compañeros se me acercaban para decirme que siempre les estaban serruchando el palo…”.

Continuará…

Ing. Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
17 de febrero de 2014