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[Completo] Deformación social dominicana: de Pedro Santana a Leonel Fernández

Reflexión acerca de la deformación social dominicana. Un ligero escrutinio a la forma en que nos constituimos en un país soberano, o sea, desde época anterior a la gesta independentista, nos muestra las deficiencias con las que crecimos, quizás, incluso, desde que Cristóbal Colón se avecinó por equivocación por estas tierras para tomar nuestro oro a cambio de los mismos espejitos que en la actualidad nos ofrecen los neo descubridores

Casi 140 años de dictadura, corrupción (saqueo al erario, tráfico de influencias, compra de conciencia...), nepotismo, entrega de la soberanía, violaciones a la Constitución, golpes de Estado...
¿Hemos sido dirigidos, los dominicanos, por líderes con formación (y vocación) para estructurar una sociedad que sobre sus pies ejerza las actividades propias del desarrollo y la civilización? ¿Ha habido en la vida republicana, e incluso antes de que ejerciéramos la soberanía, algún proceso histórico que no esté marcado por la fuerza, la indolencia, el entreguismo y el enriquecimiento ilícito? ¿Ha existido continuidad, en el crecimiento orgánico como nación, del desarrollo natural social que debe experimentar todo pueblo para alcanzar el nivel necesario de pensamiento crítico y un estado de bienestar mínimo que sean comunes a todos los integrantes de la sociedad?

Un ligero escrutinio a la forma en que nos constituimos en un país soberano, o sea, desde época anterior a la gesta independentista, nos muestra las deficiencias con las que crecimos, quizás, incluso, desde que Cristóbal Colón se avecinó por equivocación por estas tierras para tomar nuestro oro a cambio de los mismos espejitos que en la actualidad nos ofrecen los neo descubridores (los de aquí y los de allá). Nuestros problemas son muy viejos... y están muy bien enquistados dentro de cada uno de nosotros.

El 17 de marzo de 1995 publicamos un escrito titulado "La baja pequeña burguesía - Una interpretación a los ordenamientos social, económico y político en la República Dominicana", en el que hacíamos referencia a la 'insuficiencia de desarrollo en la civilización o en las costumbres' que, incluso hoy, en el final de la primera mitad de la segunda década del siglo XXI, mostramos con orgullo inexplicable.

Decíamos que "el atraso que vive la República Dominicana tiene sus raíces en dos aspectos fundamentales estrechamente vinculados uno y otro: la arritmia histórica de mediados del siglo XVI, producto del descenso en el ordenamiento social de la oligarquía esclavista al nivel hatero, y los más de 350 años de vida precapitalista que transcurrieron entre comienzos del siglo XVI y finales del siglo XIX.

"La oligarquía esclavista era el paso previo a la aparición de una sociedad capitalista burguesa; este intento de desarrollo de la burguesía vino a darse a mediados del siglo XX, lo que significa un enorme atraso en la evolución natural de la sociedad dominicana y en consecuencia una deformación entre sus integrantes... Los intensos años de vida precapitalista marcaron nuestra sociedad para siempre; sólo sirvieron para engendrar una pequeña burguesía deforme y sin la base de sustentación necesaria que diera vida propia a cada capa que la compone.

"La sociedad dominicana es el producto de una historia seriamente deformada, en la que un gran número de sus integrantes ha institucionalizado el desorden, la inmoralidad, la indisciplina y la corrupción como patrones normales de comportamiento. La conducta de la pequeña burguesía está regida por el afán desmedido de escalar sectores o capas superiores sin miramientos, haciendo cuanto este a su alcance para lograr, siempre en el plano personal, los lujos o formas de convivencia atípicos en una sociedad atrasada...".

El comportamiento que expresamos en el desarrollo de cualquier actividad es uno irritante, ajeno a las normas y reglas fundamentales que exhiben las sociedades que han madurado con el transcurrir de los años, efecto que no se vislumbra sea realidad en un país que está, como dijo don Pedro Mir, "en el mismo trayecto del sol".

¿No fue el Poeta Nacional quien, como un grito de denuncia, escribió: "Supe entonces que el asesinato ocupaba el lugar / del pensamiento / que en la luz de la casa / comenzaba a aclimatarse / el puerco cimarrón / y la araña peluda / que la lechuza se instalaba en la escuela / que en los parques infantiles / se aposentaba el hurón / y el tiburón en las fuentes / y engranaje y puñal / y muñón y muleta / en los copos de la cuna"?

¿No fue Pedro Mir quien, aludiendo ese país, escribió "Hay un país en el mundo donde un campesino breve, seco y agrio muere y muerde descalzo su polvo derruido, y la tierra no alcanza para su bronca muerte? ¿No fue él quien dijo que es "pequeño y agredido. Sencillamente triste, triste y torvo, triste y acre... sencillamente triste y oprimido"? ¿Acaso no expresó que "faltan hombres para tanta tierra. Es decir, faltan hombres que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre después de unas canciones. Madre de la hortaliza. Madre del pan. Madre del lienzo y del techo. Madre solícita y nocturna junto al lecho... Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces los alcen contra el sol y la distancia. Contra las leyes de la gravedad. Y les saquen reposo, rebeldía y claridad. Y hombres que se acuesten con la arcilla y la dejen parida de paredes. Y hombres que descifren los dioses de los ríos y los suban temblando entre las redes. Y hombres en la costa y en los fríos desfiladeros y en toda desolación. Es decir, faltan hombres. Y falta una canción".

Somos un país en el que, para que las cosas funcionen como debe ser, debemos hacerlo todo. ¿Puede alguien sentirse orgulloso de la mediocridad, la falta de integridad y las ejecuciones de nuestros congresistas? ¿Se convierten en paradigma de bien la arrogancia, la prepotencia y el desprecio a sus pares que manifiesta el jefe de la iglesia católica? ¿No ha tenido mucha culpa, históricamente, en el resquebrajamiento social, el servilismo de la prensa dominicana? ¿Cuánto daño moral y material le han proporcionado a la nación la debilidad y parcialidad de la justicia? ¿Puede funcionar correctamente una sociedad en la que las instituciones son entes insignificantes y sin importancia? ¿Puede irrespetarse la vida del componente más sagrado de una estructura social al punto de convertirlo en material desechable? ¿Pueden la corrupción, la amigable impunidad y el desorden -desviaciones que parecen ser propias de nuestra personalidad- llevar por el camino correcto a una nación? ¿No son la ignorancia, la falta de educación, la desidia y la permisividad factores preponderantes en nuestra deformación social? ¿Cuán tan desgraciada ha sido la vileza con la que hemos sido gobernados desde el día posterior a la independencia? ¿No han sido esos mismos gobernantes los que, en cantidad abrumadora, han descuartizado las estructuras de la sociedad dominicana, haciendo de ella una amputada, tuerta, tartamuda y sorda, al borde de la desintegración?

Quienes nos han gobernado se constituyen en los principales exponentes de la inversión de valores y símbolos de la fuerza, la corrupción y el desorden. Más del 60% de los que han ocupado la primera posición en la administración del Estado han sido caricaturas de la maldad, el entreguismo y el saqueo; y los partidos políticos que han sustentado sus 'liderazgos' no son diferentes: son escuelas para lo mal hecho, de "mal aspecto o reputación", en las que se forjan los depredadores del erario, de los valores patrios y de las libertades ciudadanas. Uno de ellos, concebido como un partido de cuadros, con todas las normas y reglas a su disposición para penalizar las desviaciones morales y éticas, intentó, bajo la estricta supervisión de su fundador, romper con esos esquemas... pero pudo más la deformación de la sociedad.

"Amanece el 27 de febrero, y nace la República Dominicana del cerebro y del corazón de un puñado de jóvenes inteligentes y patriotas. Pero al igual que esos seres que al instante mismo de su nacimiento adquieren el germen de una prolongada y dolorosa enfermedad, la peste de los partidos se ensañó sobre la naciente sociedad.

"Invade el haitiano, y en ambas fronteras es rechazado; y mientras que Ramón Mella se ocupaba de recomendar a Duarte para las próximas elecciones de presidente, Santana, vencedor, regresa a la capital, que lo aclama como jefe supremo. Con esto quedó la inteligencia suplantada por la fuerza material...". [Palabras de Ulises Francisco Espaillat insertadas por Fernando Pérez Memén en "El pensamiento liberal dominicano en la época de Duarte (1813-1876)", uno de los diecisiete escritos que rinden «Homenaje al Historiador y Humanista puertorriqueño Arturo Morales Carrión» - Ensayos de Historia y Literatura de Puerto Rico y el Caribe/Publicación del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe - Editora Corripio, C. por A., República Dominicana 1989].

Estas palabras de Espaillat son más que ilustrativas para comprender el derrotero que ha seguido la República Dominicana desde que "quedó la inteligencia suplantada por la fuerza material". Bajo este concepto, los años de desgracia colectiva que ha vivido el país han sido interminables bajo las riendas de
Pedro Santana: el más grande traidor que conoce la historia dominicana. Disolvió la Junta Central Gubernativa creada el 1 de marzo, justo después de haberse proclamado la independencia el 27 de febrero de 1844. Como presidente de la República (1844-1848 y 1853-1861) llevó a cabo una política dictatorial, siendo responsable, directa o indirectamente, de la muerte de los tres Padres de la Patria. Proclamó, en 1861, la reincorporación a la corona española.

Buenaventura Báez: propiciador, en 1869, de la anexión a Estados Unidos. Presidente en los períodos 1849-1853, 1856-1858, 1865-1866, 1868-1873 y 1876-1878. Sus gobiernos se caracterizaron por ser símbolos de corrupción. Ejerció dictatorialmente en beneficio de su propia fortuna, asesinando o permitiendo que sus seguidores lo hicieran. Se opuso a la anexión a España sólo porque quien la propiciaba era Pedro Santana, su enemigo político. Obtuvo el grado de mariscal del ejército español con el fin de convertirse en gobernador de la provincia ultramarina en que la anexión había convertido a la República Dominicana, lo que no consiguió.

Manuel de Regla Mota: incondicional seguidor de Santana y, por lo tanto, anexionista (apoyó abiertamente la anexión en 1861 a España). Fungió como presidente interino (2 enero 1855 – 30 mayo 1855 y 2 julio 1855 – 5 septiembre 1855) y presidente (26 mayo 1856 – 8 octubre 1856).

José Desiderio Valverde: gobernó en 1857 estableciendo en Santiago un gobierno provisional basado en acciones muy marcadas por la anexión a España.

José María Cabral: presidente de facto en 1865 y presidente legítimo entre 1866 y 1868. Ejecutó un golpe de Estado financiado por Buenaventura Báez, apenas un mes después de que el gobernador español y sus tropas habían dejado el país tras conocerse el decreto firmado por la reina de España, Isabel II, que reconocía la independencia de la República Dominicana. Fue derrocado al intentar arrendar la bahía de Samaná a los Estados Unidos.

Pedro Guillermo y Guerrero: anexionista y perverso, como Báez. Asumió provisionalmente la presidencia el 15 de noviembre de 1865 mientras esperaba su regreso del exilio, que se produciría el 8 de diciembre de ese mismo año. Fue fusilado el 18 de febrero de 1867.

Ignacio María González: presidente, por cortos períodos de tiempo, en cinco ocasiones diferentes, entre noviembre de 1873 y septiembre de 1878. Gobernó, como dictador, violando la Constitución y malversando los fondos públicos.

Cesáreo Guillermo y Bastardo: gobernó en forma autoritaria en los años 1878 y 1879. Su gobierno fue uno personalista. Utilizó los escasos fondos públicos para repartirlos entre sus partidarios.

Jacinto B. De Castro: apoyó la anexión a España Asumió la presidencia provisionalmente mientras presidía la Suprema Corte de Justicia. Su nombramiento se produjo en medio de una violenta crisis política generada por el descontento de los caciques políticos de la época. Fue presidente del 7 al 29 de septiembre de 1878.

Ulises Heureaux: presidente en dos ocasiones (1882-1884 y 1887-1899). Durante su segundo mandato impuso un férreo sistema dictatorial, instaurando un régimen personalista que liquidó los principios democráticos. Favoreció la corrupción y dejó al país en bancarrota. Estableció, para garantizar su permanencia en el poder, un sistema electoral de votaciones indirectas que justificaba, una y otra vez, su reelección en el cargo.

Alejandro Woss y Gil: presidente en 1885-1887 y 1903, año en el que, ante una difícil situación económica, y la amenaza de intervención por parte de Estados Unidos, dirigió un golpe de Estado que derrocó a Horacio Vásquez. Había llegado al poder con dinero que los comerciantes le habían facilitado, y que reciprocó 'con la concesión de exoneraciones'.
Horacio Vásquez: presidente en 1899, 1902-1903 y nuevamente en el período 1924-1930, después de la ocupación norteamericana. Mantuvo el orden y las libertades ciudadanas aunque estableció, en su segundo ejercicio, en la ciudad de Santiago, un gobierno dictatorial. Su afán continuista originó, en el período que comienza en 1924, una revuelta encabezada por Rafael Trujillo -jefe de la Guardia Nacional-, que lo derrocó en 1930.

Carlos Felipe Morales Languasco: presidente de la República de 1903 a 1906. No ocultó sus simpatías por Estados Unidos, país al que concedería la administración de las aduanas (favoreció un acuerdo que otorgaba los ingresos aduaneros a un agente nombrado por Washington). El descontento generalizado lo llevó a asilarse en la legación norteamericana, desde la que hizo efectiva su renuncia a la presidencia.

Ramón Cáceres: gobernó desde el 12 de enero de 1906 al 19 de noviembre de 1911. Durante su mandato confirmó el protectorado estadounidense y el llamado "modus vivendi" que caracterizó las relaciones con Estados Unidos. Practicó una política represiva para mantenerse en el poder. El 19 de noviembre de 1911 fue asesinado 'mientras paseaba con una de sus mujeres'.

Eladio Victoria y Victoria: ejerció como presidente provisional de la República en 1911. Su familia llegó a ser una de las más poderosas del país. Practicó el nepotismo, nombrando a todos sus parientes en los principales puestos del gobierno. Para mantenerse en el poder gastó grandes sumas de dinero, aunque con dicha acción no pudo frenar su descalabro. Estados Unidos, ante el temor de perder sus beneficios, realizó una intervención política y militar que provocó su renuncia.

José Bordas Valdez: accionó como presidente provisional de la República Dominicana tras la renuncia de Monseñor Nouel. Ejerció entre abril de 1913 y agosto de 1914. Fue escogido para permanecer un año en el poder y preparar unas elecciones que asegurasen la constitucionalidad del sistema político. Resultó vencedor, mediante fraude, en las elecciones del 15 de junio de 1914. Tuvo que renunciar el 27 de agosto de 1914.

Ramón Báez Machado: gobernó provisionalmente de agosto a diciembre de 1914 a disposición de los intereses de Washington. Promulgó un decreto concerniente a las imputaciones que se hicieran a los funcionarios públicos en el que se establecía que, cuando respondieran a la verdad, no serían consideradas difamatorias ni injuriosas.

Juan Bautista Vicini Burgos: fungió como presidente títere entre 1922 y 1924 bajo la ocupación militar de Estados Unidos. Aunque gobernó con buenas intenciones y celebró elecciones limpias, dejó sentadas las bases, desde el poder, para uno de los más enigmáticos capitales que conoce el país.

Rafael Leónidas Trujillo Molina: gobernó en forma despótica y corrupta desde 1930 hasta su asesinato en 1961. Por 31 años encabezó una de las más sangrientas dictaduras que ha conocido América Latina. Su gobierno se caracterizó por el culto a la personalidad y la represión. Las libertades civiles fueron inexistentes y se cometieron constantes violaciones a los derechos humanos. Fue responsable directo de la muerte de más de 30,000 personas.

Joaquín Balaguer: gobernó en los periodos 1961-1962, 1966-1978 y 1986-1996. Los asesinatos políticos fueron frecuentes durante sus administraciones. En sus primeros doce años murieron, por causas políticas, cerca de 2,000 personas. Durante sus gobiernos el país vivió bajo un híbrido de dictadura y democracia, con más rasgos de la primera que de la segunda.

Donald Reid Cabral: presidente del Triunvirato (en la práctica, presidente de facto) formado en septiembre de 1963 tras el golpe de Estado que derrocó al profesor Juan Bosch. Trató de erigirse en la figura principal del Triunvirato, anulando las funciones de sus compañeros e intentando mantenerse en el cargo -con actitudes despóticas- de manera indefinida. Bajo su régimen se generalizaron las aberrantes prácticas del contrabando, desfalco al erario y tráfico de influencias.

Antonio Imbert Barreras: presidente de facto de la República Dominicana, del 7 de mayo al 30 de agosto de 1965. Encabezó, en un acto de traición a la patria, durante la Guerra de Abril, la facción que enfrentó al gobierno constitucionalista del coronel Francisco Caamaño. Fue un fiel subordinado de las tropas de intervención y no firmó el acta de paz presentado por la OEA que ponía punto final a una de las más hermosas gestas que ha escenificado el pueblo dominicano en toda su historia.

Salvador Jorge Blanco: gobernó en el periodo 1982-1986 bajo una corrupción rampante. La arrogancia exhibida en la aplicación de política pública, el alza en los precios de los artículos de primera necesidad, la devaluación del peso dominicano y la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional provocaron, en abril de 1984, una protesta que terminó con más de un centenar de muertos. Al salir de la presidencia fue acusado de desfalco, estafa, robo, prevaricación y abuso de confianza; fue enjuiciado, encontrado culpable, condenado a cumplir 20 años de prisión y a pagar multa de 73 millones de pesos.

Leonel Fernández: presidente en los períodos 1996-2000, 2004-2008 y 2008-2012. Su administración, quizás la más cínica, indolente y corrupta desde la gesta del 1844, enfatizó en el desarrollo tecnológico, la estabilidad macroeconómica y monetaria y la construcción de obras de infraestructura vial financiadas bajo un enorme endeudamiento. Dejó un astronómico déficit fiscal que resta credibilidad al modelo de desarrollo implementado. El descalabro energético, la falta de institucionalidad, una deficiente calidad de la educación, el clientelismo, la compra de conciencia, la corrupción y el culto a la personalidad marcaron significativamente sus períodos de gobierno.

Hipólito Mejía Domínguez: ejerció la presidencia en el periodo 2000-2004. Durante su gestión el país se vio afectado por una severa crisis económica generada por la quiebra de tres bancos comerciales. Las prácticas corruptas, las altas tasas de inflación, la devaluación constante de la moneda y la desconfianza del sector productivo se tradujeron en un significativo incremento de la pobreza. Dada la cantidad de familiares biológicos y políticos que tenía trabajando en el Estado fue acusado de nepotismo.
Durante algo más de 138 años el país ha estado gobernado por estos 25 personajes. Han sido casi 140 años de dictadura despótica, corrupción en todas las vertientes imaginables (saqueo al erario, tráfico de influencias, compra de conciencia, etc.), nepotismo, entrega de la soberanía, violaciones constantes a la Constitución -la que han convertido en un conjunto de papeles sin sentido alguno de reglamentación social-, golpes de Estado...; casi siglo y medio en los que la 'fuerza material' ha sustituido en su totalidad la inteligencia, la razón y la sensatez requeridas para, desde la más encumbrada posición del Estado, proporcionar a los ciudadanos trabajo y justicia social.

Seis de estos 25 personajes se convierten en figuras de primer orden personificando la depravación, la indolencia, la perversidad y la ausencia de valores éticos y morales; sólo pueden exhibir saqueo, maldad, abuso de poder, entreguismo, conjura y traición en sus ejecuciones para sojuzgar la condición política y humana de los ciudadanos. Durante poco más 102 años hemos sido doblegados, saqueados, oprimidos, irrespetados y burlados por Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux (Lilís), Rafael Leónidas Trujillo Molina, Joaquín Balaguer y Leonel Fernández. Estos han sido, porque como algo muy natural lo hemos permitido, los fundadores y mantenedores de la más aberrante de las sociedades.

Quienes han puesto la inteligencia, el entendimiento, la prudencia y el buen juicio para gobernar -que han sido los menos- son unos verdaderos desdichados ante la historia, que los marca, en su totalidad, porque ninguno pudo completar su período de gobierno. Pero, más desdichados aún hemos sido los ciudadanos comunes; los que fuimos y somos saqueados, oprimidos y burlados por Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux (Lilís), Rafael Trujillo, Joaquín Balaguer y Leonel Fernández, los seis siniestros que desplazaron la esperanza y la buena acción, ya sea por usurpación directa del poder o facilitando golpes de Estado, conjuras y fraudes planificados y propiciados, de forma permanente, por el frente oligárquico -cuyos integrantes han sido, en función del momento histórico, diferentes, y al que se han integrado como tales o servido como representantes-, que actúa en consonancia con sus intereses y recibiendo, siempre, de la baja pequeña burguesía, la más efectiva, denigrante y desacertada colaboración.

La bonanza colectiva que ha vivido el país bajo sus mejores gobernantes ha sido pírrica, y ha estado regida por
Manuel Jimenes González: gobernó desde el 8 de septiembre de 1848 hasta el 29 de mayo de 1849. Decretó una amnistía general para los exiliados políticos -en especial para Duarte y los demás trinitarios, expulsados por Santana- y la abolición de los cuerpos de infantería del Ejército por ser, esos hombres, necesarios para desarrollar la agricultura.

Pedro Antonio Pimentel y Chamorro: definido por Luperón como "un hombre rebelde a la disciplina, perezoso al gabinete, pero audaz y previsor en la guerra". Fue elegido presidente el 25 de marzo de 1865. Gobernó por algo más de cuatro meses, hasta agosto del mismo año. Su gobierno lo ejerció con la autoridad y energía propios de su carácter, incurriendo, a veces, en excesos de arbitrariedad, aunque carentes de intención dañina o perversidad.

Ulises Francisco Espaillat: alcanzó la presidencia en los días finales de abril de 1876. En el ejercicio de su mandato trató de gobernar según los dictados constitucionales y democráticos, rodeándose de los hombres más capaces de la nación, al margen de sus adscripciones políticas. Empeñado en moralizar la administración pública, empezó por rebajar su sueldo y el de los altos funcionarios; se negó a firmar decretos de muerte, respetó la prensa y regularizó las erogaciones del gobierno. Introdujo un modelo de gobierno poco grato para altos cargos civiles y militares acostumbrados a recibir privilegios y prebendas del poder. Salió del cargo el 5 de octubre de 1876.

Gregorio Luperón: presidente provisional entre 1879 y 1880. Fue un hombre de fuerte sentido patriótico y de gran valor en el uso de las armas y las estrategias de guerra. Instauró un régimen liberal que logró implementar la paz, la libertad y el progreso; trató de institucionalizar el país y preparó el proceso electoral que, a finales de 1980, otorgó el poder a Fernando Arturo Meriño.

Fernando Arturo Meriño: presidente en el periodo 1880-1882. Se opuso vigorosamente a cualquier tipo de rebelión y anarquía y llevó adelante los ideales republicanos; promovió el avance y el desarrollo de la nación bajo una gestión ejemplar de gobierno. Mantuvo una intensa comunicación con Eugenio María de Hostos, apóstol de la integración antillana y fundador de la Escuela Normal.

Francisco Gregorio Billini: presidente 1884-1885. Renunció por negarse a limitar la libertad de prensa. Durante su gobierno las libertades públicas fueron respetadas al máximo. Su administración fue una democratizadora. Su discurso de renuncia fue revelador: "Mis enemigos creerán que estoy bajando, pero siento que estoy de pie sobre la cumbre... creo que doy un buen ejemplo al presentar espontáneamente mi dimisión y desaparecer entre las sombras de mi casa, sin mezquinas aspiraciones para el futuro". Sus restos descansan en el Panteón Nacional.

Wenceslao Figuereo: ocupó la máxima magistratura de la nación al ser asesinado Ulises Heureaux (Lilís), el 26 de julio 1899. No logró controlar la situación de desasosiego imperante por lo que dimitió, dado su carácter ecuánime y conciliador, un mes y cuatro días después de llegar al poder al producirse una sublevación que tomó el control de casi todo el país.

Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla (Monseñor Noel): fue hecho presidente por medio de un decreto del Congreso Nacional el 30 de noviembre de 1912, debido a la necesidad de que el gobierno estuviese encabezado por una persona neutral que inspirara, como lo haría, confianza y respecto, y ofreciera paz estable y duradera. Dimitió ante la asamblea nacional después de considerar que había alcanzado su propósito.

Juan Isidro Jimenes: gobernó de noviembre de 1899 a mayo de 1902 y de diciembre de 1914 a mayo de 1916. Intentó hacer frente a la enorme deuda pública con acuerdos con los acreedores europeos y estadounidenses y liberó las exportaciones de tasas impositivas. Derrocado por Horacio Vásquez, fue nuevamente elegido en 1914. En 1916 fue obligado a dimitir por el presidente estadounidense Woodrow Wilson quien, en defensa de las corporaciones azucareras norteamericanas, lo sometió, por sus posiciones nacionalistas, a una rigurosa presión.

Juan Rafael Estrella Ureña: presidente en el año 1930. Conspiró, junto a Trujillo, y sin conocer sus verdaderas intenciones, para sacar a Horacio Vásquez del continuismo en el poder. Preparó las elecciones en las que Trujillo salió triunfador y fue designado vicepresidente. Se afirma que solicitó permiso para viajar a Cuba, desde donde renuncia, en 1932; otros aseguran que al no apoyar las ejecuciones de quien ya se perfilaba como dictador fue obligado a renunciar bajo el pretexto de poseer mala salud.

Rafael F. Bonnelly: presidente en el periodo 1962-1963. Uno de sus principales logros fue la organización de las primeras elecciones libres tras el fin de más de 30 años de tiranía. Durante su paso por la presidencia aportó al país una serie de leyes sobre bancos y vivienda que aún están vigentes.

Juan Bosch: tomó posesión el 27 de febrero de 1963 y de inmediato inició una profunda reestructuración del país, promulgando una constitución que otorgaba a los dominicanos la libertad que nunca habían conocido. Reconoció los derechos laborales y los sindicatos; los derechos de las mujeres embarazadas, de las personas sin hogar y de la familia; los derechos de los jóvenes, de los agricultores y de los hijos ilegítimos. Se propuso acabar con los latifundios, el concordato, el maltrato a los obreros, los privilegios de los militares y la influencia norteamericana, por lo que tuvo que enfrentar un poderoso y criminal frente oligárquico que lo derrocó el 25 de septiembre de 1963. Implementó un riguroso plan de austeridad suprimiendo cargos burocráticos y diplomáticos y reduciendo los sueldos de los funcionarios. Su legado en la política es más que relevante; sus ideales, olvidados o traicionados por sus seguidores, son valorados a la hora de referirse a una administración pública ejemplar.

José Rafael Molina Ureña: presidente constitucional como consecuencia de la guerra civil que se produjo en 1965 y que perseguía el retorno de Juan Bosch al poder, depuesto mediante un golpe de Estado. Gobernó del 25 al 27 de abril de 1965.

Francisco Alberto Caamaño Deñó: presidente constitucional de la República en Armas, desde el 4 de mayo al 3 de septiembre de 1965, mientras el pueblo, junto a un grupo de militares constitucionalistas, luchaba por el retorno a la constitución de 1963. Combatió con valor, heroísmo, patriotismo y decisión al yanqui invasor que había violado la soberanía el 28 de abril desembarcando 42,000 marines con la ridícula excusa de "salvaguardar la vida de los ciudadanos norteamericanos",

Héctor García Godoy: presidente provisional entre el 3 de septiembre de 1965 y el 1 de julio de 1966, escogido bajo los auspicios de la Organización de Estados Americanos (OEA) -finalizada la Guerra de Abril de 1965- con el objeto de preparar las elecciones que se celebrarían en junio de 1966 y de las que saldría 'triunfador', pese a las incuestionables pruebas de fraude que presentó el Partido Revolucionario Dominicano, el Dr. Joaquín Balaguer. En su selección participaron los dos bandos enfrentados en la guerra.

Antonio Guzmán Fernández: ejerció la presidencia en el periodo 1978-1982. Su gobierno se caracterizó por un fuerte respeto las libertades públicas. Es considerado el artífice de la consagración democrática dominicana. Realizó cambios en el ordenamiento militar, eliminó el fantasma de las asonadas y de la interrupción del orden democrático e inició un proceso de "despolitización" de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, convertidas por Balaguer en instrumentos de represión e intimidación criminal y política. Promulgó la Ley de amnistía que puso en libertad a los presos políticos y permitió el regreso de los exiliados del régimen balaguerista. Derogó una serie de medidas administrativas que afectaban el disfrute de las libertades individuales, dando paso al establecimiento de un ambiente democrático en el país. La madrugada del domingo 4 de julio de 1982 se suicidó en el Palacio Nacional, faltando apenas 43 días para terminar su mandato.

Jacobo Majluta Azar: en su calidad de vicepresidente asumió constitucionalmente la presidencia el 4 de julio de 1982, fecha en la que se produjo el suicidio de don Antonio Guzmán. Gobernó, durante el periodo de transición que culminaba el 16 de agosto de 1982, por 43 días. Abarató los precios de los artículos de primera necesidad y mantuvo el mismo ambiente democrático alcanzado bajo el gobierno que le tocó sustituir.
Durante 16 años y 3 meses el país estuvo gobernado por estos 17 dominicanos –¡11 meses y medio por mandatario!-, que tuvieron la intención de favorecer la vida del ciudadano común o, en el peor de los casos, de gobernar sin servirse del patrimonio nacional, sin arrodillarse ante los imperialistas, sin dictaduras ni conjuras o sin las perversidades de aquellos 25 que merecen, porque lo tienen muy bien ganado, el desprecio y la repulsa del pueblo por vía de la historia.

De estos 17 gobernantes sólo Fernando Arturo de Meriño, Juan Isidro Jimenes, Rafael Bonnelly y Antonio Guzmán pudieron gobernar por más de un año y, en ninguno de los casos, se completó el período constitucional. Antonio Guzmán, oligarca por su condición de clase, en un hecho sin precedentes, típico de un país al revés, implementó un gobierno progresista de pleno respeto a las libertades individuales; fue quien más cerca estuvo de completar su mandato.

Estos mandatarios, limitados en el ejercicio del poder, por las razones que fueren, respetaron la independencia de los poderes del Estado, los derechos de los ciudadanos y el manejo de la cosa pública. Establecieron un régimen de igualdad de oportunidades para todos. Ofrecieron sus mejores esfuerzos por brindar al pueblo dominicano el derecho a vivir con justicia social y libertad. Lucharon por trabajo, educación y salud; por las libertades fundamentales, por la repartición de la tierra a los campesinos, por la soberanía de la nación y, como diría Juan Bosch, por "edificar un régimen que dé amparo a los que nunca lo tuvieron, que dé trabajo a los que buscan sin hallarlo, que dé tierras a los campesinos que la necesitan, que dé seguridad a los que aquí nacen y a todos los que erran por el mundo en pos de abrigo contra la miseria y la persecución".

Estos 17 gobernantes hicieron lo posible por la felicidad del pueblo dominicano... ¡y no se lo permitieron! ¡Y no se lo permitimos! Ni lo permitió la oligarquía, ni sus representantes... tampoco nosotros. Cada uno gobernó, en promedio, 11 meses y 14 días. ¿Es esto normal? ¿Constituimos realmente una sociedad? Pareciera que no; lucimos más como un grupo de necios, desprovistos de inteligencia, destinado a fomentar la deformación social.

¿Llegará el día en que actuemos correctamente? ¿O seguiremos de la misma forma premiando la perversidad, lo mal hecho y el maltrato hasta alcanzar la descomposición total? Sería este el camino idóneo para hacer realidad el miedo de los xenófobos y falsos patriotas: la integración de un grupo de gente que vive al garete llamado Haití, con otro grupo de gente que vive de la misma forma llamado República Dominicana. Si vivimos en la misma isla, bajo las mismas caricaturas sociales y políticas, lo lógico es que nos integremos para que, como partes en erupción de un mismo volcán, desaparezcamos de la faz de la tierra.

Fuentes: Wikipedia, Biografías y Vidas, En Caribe: Enciclopedia de Historia y Cultura del Caribe, República Dominicana Live.Com, La Web de las Biografías, EcuRed, Escritores Dominicanos...

Ing. Nemen Hazim Bassa
San Juan, Puerto Rico
21 de mayo de 2014