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Nueva forma de esclavitud en República Dominicana

¿Por qué la construcción es tan barata en República Dominicana? Porque se usa mano de obra del más bajo precio: la del esclavo haitiano y la del dominicano que subsiste en la ignorancia y la miseria. La explotación al haitiano es inhumana. Algunos dominicanos reciben trato igual, aunque la mayoría cobra por todas las horas trabajadas. La esclavitud, ante esta disyuntiva, se asienta en el vecino, requerido a permanecer más allá de la jornada normal sin ser retribuido

Al leer un titular de prensa que reza “Diandino asegura que la construcción del metro de Santo Domingo es la más barata del mundo” no pudimos menos que sentir dolor porque, esa información, que podría ser cierta, no es más que el reflejo de la nueva forma de esclavitud que se ha implementado en el país con la industria de la caña, las mineras y, desde la instalación en las más hermosas playas del país, con carácter de privacidad y violando leyes sustantivas, los hoteles “todo incluido”.

Que el señor Diandino Peña haya ofrecido esas declaraciones, como si fueran a ser aprobadas por toda la sociedad, no es actitud que deba sorprender en un país que se ha caracterizado porque sus gobernantes, sobre todo los últimos –los del PLD-, se han planteado, dada la forma alegre y perversa con la que ejercen el poder, y el menosprecio que sienten por un conglomerado social que ha permitido y facilitado todos sus desafueros, que las informaciones que suministran a los medios de comunicación están revestidas de seriedad y credibilidad cuando, en realidad, carecen de esos atributos.

Ni una sola de las informaciones suministradas por el gobierno, en todo su contexto, ha sido cierta. La práctica peledeísta ha sido recurrente en encubrir cualquier perversidad, sin importar la magnitud, detrás de cada comunicación o rendición de cuentas. Las expresiones de Diandino Peña, director de la Oficina para el Reordenamiento del Transporte Terrestre (OPRET), podrían ser ciertas, pero el verdadero contenido de las mismas yace en la oscuridad; radica en la nueva forma de esclavitud que se ha expandido por toda la geografía nacional, patrocinada y puesta en ejecución por el gobierno y, por qué no, por las transnacionales, entre las que sobresalen las mineras y los hoteles playeros.

¿Por qué la construcción podría ser la más barata? Porque se usa la mano de obra de más bajo precio en el mundo: la del esclavo haitiano y la del dominicano que subsiste en la ignorancia y la miseria. La explotación al haitiano es inhumana; trabaja como animal de doce a dieciséis horas diarias y recibe, a cambio, un pago mínimo, impublicable, que retribuye sólo ocho horas. El racismo con que ejecuta la gerencia media se hace evidente; algunos dominicanos, los más sumisos, reciben trato igual, aunque la mayoría cobra por todas las horas trabajadas. La esclavitud, ante esta disyuntiva, se asienta en el vecino, requerido a permanecer más allá de la jornada normal sin recibir salario por las horas extras en las que invierte sangre y sudor.

El ‘modus operandi’ que se vive en los hoteles "en los que se paga una tarifa fija y se disfruta de unas vacaciones cubiertas, sin tener que incurrir en gastos adicionales", como se conoce a los hoteles “todo incluido”, es el mismo, pero no excluye al dominicano del trato esclavista al que es sometido el haitiano. Estos hoteles, que requieren de numeroso y variado personal para satisfacer las ofertas turísticas -alojamiento, comidas y bebidas ilimitadas, deportes, uso de facilidades recreativas, actividades para niños, actividades para adultos, propinas e impuestos- proporcionan a los “nuevos esclavos” las comidas y el alojamiento (a los que deben permanecer en las instalaciones por las altas horas en las que concluye “la jornada reglamentaria de trabajo”) como si fueran premios de consolación por la moderna esclavitud a la que son sometidos.

Los propietarios de los hoteles de las playas de San Pedro de Macorís (Juan Dolio, Villas del Mar…), Puerto Plata (Cabarete, Cofresí…) y La Altagracia (Punta Cana, Bávaro…) han hecho suyos -como propietarios de esclavos- los empleados de limpieza, movimiento de equipaje, entretenimiento, áreas verdes, transporte y otros. Después de entablar conversaciones con parte del personal en cada instalación visitada, bajo la más estricta confidencialidad y un tenso ambiente casi siempre cargado por la represalia y el miedo, se puede concluir que las conquistas logradas por los obreros de todo el mundo -trato respetuoso, horario regular de trabajo, salario digno, días por maternidad y enfermedad, vacaciones, planes médicos y otras- no existen para estos nuevos esclavos cuya única finalidad es, además de proporcionar diversión y entretenimiento bajo un ambiente confortable y limpio, enriquecer a los dueños en la forma que sea actuando bajo el temor a la pérdida del empleo y sin respaldo institucional de un Ministerio de Trabajo que, en un país que no lanza al mercado laboral un solo obrero industrial, se transa por la creación de puestos de trabajo chatarras o tercermundistas.

Los haitianos -la mayoría habla tres, cuatro y cinco idiomas- y los dominicanos subsisten bajo condiciones muy parecidas a las de los esclavos de las plantaciones de algodón del sur de Estados Unidos antes de que iniciara la Guerra de Secesión por la voluntad separatista de los Estados Confederados de América, acción que fue declarada ilegal por Abraham Lincoln en su discurso del 4 de marzo de 1861. Un empleado de limpieza -como un maletero, un chofer, un jardinero o un entretenedor- trabaja de ciento treinta y dos a ciento setenta y seis horas durante once días, cuando lo reglamentario es que sean ochenta y ocho, y las que excedan esta cantidad pasen a convertirse en extras y se paguen a un precio por encima del regular, que no deja de ser miserable y pírrico.

La necesidad imperiosa de retener un empleo revestido de formalidad -como debería ser el que ofrece la "industria hotelera", incluso mal remunerado-, la ignorancia, la falta de conciencia y la ausencia total de la protección que los ciudadanos requieren de sus gobernantes está propiciando una sociedad con una nueva forma de esclavitud, asentada durante años en un mundo que, finalizando la primera mitad de la segunda década del siglo XXI, se mueve hacia el fortalecimiento del estado de bienestar, palabras que los peledeístas, aunque no entienden, consideran de su exclusividad. Sólo bajo un esquema de mentiras y falsedades son capaces, los rectores de turno, de expresar que han sacado de la pobreza, sin haber creado un solo empleo de calidad, más de medio millón de dominicanos. Esta propaganda, lanzada por los medios de comunicación subordinados al dinero sucio, y que los demás han repetido sin realizar análisis alguno, es fácil de desmontar. Sólo basta conocer las clases que interactúan en una sociedad; y en la dominicana, marcada históricamente por la deformación social que le ha sido proporcionada por la influencia que la baja pequeña burguesía ha ejercido sobre ella, los empleos que se han creado son los propios del subdesarrollo: motoconchistas, taxistas con los carros más destartalados del universo, vendedores de frutas, ensaladas y víveres en triciclos, etc., además de las botellas que sobregiran el gasto público por vía de las inmorales y corruptas "nominillas". El profesor Bosch explicó, por más de veinte años, cómo funciona el escalamiento de capas dentro de la baja pequeña burguesía; es burla e insolencia que aparezca hoy Temístocles Montás haciendo el papel de Tres Patines.

Visitar las instalaciones hoteleras y recibir tan humano y exquisito trato es sumamente grato… ¡pero a qué precio! Ponerse en el lugar de un empleado que devenga una miseria (la mayoría ronda los diez mil pesos dominicanos al mes), que ve a sus hijos cada once días, que trabaja más de la mitad de cada día sin derecho a cansarse y que entrega su vida como un esclavo debe ser un ejercicio empático a realizar por todo aquel que acuda a esas facilidades. Al hacerlo, se fomenta la práctica solidaria, se crea conciencia y la denuncia alcanza un nivel colectivo. No puede permitirse que República Dominicana sea la cuna de la nueva esclavitud; hay que acabar con ciertas comodidades que se nutren de la miseria y la ignorancia y convierten a pocos en amos y a muchos en esclavos, y no existe expresión alguna que honre con más propiedad esta realidad que aquella que sentencia que "no dejo este país mientras pida al colmado un diente de ajo y me lo lleven a la casa".

Esos ‘obreros’ que abaratan la construcción del metro de Santo Domingo –que llevan a Diandino Peña a hacer expresiones triunfalistas con el fin último de ocultar el desfalco al erario para fechorías políticas y personales-; que entregan sus vidas en minas y túneles en búsqueda de riquezas que sólo incrementan fortunas foráneas en detrimento de los recursos naturales; que son despojados de su nacionalidad, de sus hijos y de sus nietos después de haber envejecido junto a la miseria que rodea los campos de caña... son los mismos que brindan felicidad a muchas personas que hacen turismo en los hoteles que ocupan nuestras playas, pero esos obreros no son obreros, son esclavos, y por esos esclavos que fungían como obreros fue que Vladimir Ilyich Ulyanov –Lenin- hizo la Revolución de Octubre de 1917, también conocida como Revolución Bolchevique, que, desgraciadamente, por los crímenes cometidos por el genocida Joseph Stalin, tuvo trágico desarrollo.

Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
22 de septiembre de 2015