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Análisis a una posible intervención militar de EE. UU. en Venezuela

Ponencia para el 'Primer Encuentro por la Solidaridad con Venezuela', auspiciado por el grupo 'Dominicanos por la Paz en Venezuela'

Mencía Ortiz nos pidió que participáramos en este 'Primer Encuentro por la Solidaridad con Venezuela'. Al no poder asistir nos sugirió que presentáramos por escrito un breve análisis sobre las 'Amenazas para la región latinoamericana y caribeña de una intervención militar de EE. UU. en Venezuela', petición que pasamos a hacer realidad no sin antes expresar lo honrado que nos sentimos por la oportunidad de exponer en un foro que, entre otras cosas, busca respeto para el gobierno surgido de elecciones transparentes y democráticas que encabeza Nicolás Maduro, paz para todos los venezolanos y reconocimiento al derecho que debe asistirle a cada nación de administrarse de acuerdo a las normas que considere apropiadas para proveer a sus ciudadanos condiciones favorables de vida sin la necesidad de apelar, como es habitual en otros, a la usurpación de recursos foráneos.

"Una intervención militar de EE. UU. en Venezuela" dejaría de ser una amenaza "para la región latinoamericana y caribeña" y se convertiría, de facto, en la ocupación de un Estado soberano de los que medularmente la integran. Desde el mismo 2 de febrero de 1999, fecha en la que Hugo Chávez juramentó como presidente constitucional, Estados Unidos dio inicio a las acciones perturbadoras que ha venido perfeccionando desde los años subsiguientes a la conclusión de la Segunda Guerra Mundial y que han impedido al pueblo venezolano disfrutar de paz y tranquilidad durante el tiempo que lleva la Revolución Bolivariana ejerciendo el poder.

"Este día no es un día más; esta transmisión de mando presidencial no es una transmisión de mando presidencial más. No; es la primera transmisión de mando de una época nueva: es el abrir la puerta hacia una nueva existencia nacional. En Venezuela se respiran vientos de resurrección... Nosotros le vamos a dar cauce pacífico y cauce democrático a esta revolución... Seré un pregonero y un acelerador, hasta donde pueda, de los procesos de integración. Es momento de retomar el sueño de unión entre nosotros; de plantearnos una moneda para la América Latina y el Caribe para la próxima década; busquemos y luchemos por ella. De plantearnos una Confederación de naciones de esta parte del mundo; de plantearnos una unidad que vaya mucho más allá del intercambio comercial". Estas palabras marcaban el derrotero de un modelo político, considerado agotado, en una región sojuzgada por Estados Unidos, y harían repercutir el discurso de Chávez, dentro de las más altas esferas del Pentágono, como ningún otro lo había hecho desde aquel que pronunciara Fidel Castro -el 16 de abril de 1961, en las exequias de las víctimas de los bombardeos que se realizaran sobre Cuba durante la invasión de Playa Girón- declarando el carácter socialista de la Revolución Cubana.

El contenido fundamental de ese primer discurso de Hugo Chávez estimularía al Pentágono y a la maquinaria política que le sirve a redefinir "estrategias" para evitar que los recursos que operaban a su antojo no les fueran vedados, y, de igual manera, para frenar el desarrollo y la expansión del 'Socialismo del siglo XXI', concepto que vería la luz en 1996 por vía de Heinz Dieterich -sociólogo y analista político alemán-, que alcanzaría exposición global por voz del mismo Chávez en el 'V Foro Social' que tuvo lugar en la ciudad de Porto Alegre, Brasil, en el año 2005. Esa práctica de democracia participativa definida por Dieterich, que desnuda la realidad de la democracia representativa o formal [en la que los congresistas "no representan a aquellos que les dieron el mandato, sino (que, NH) los sustituyen. Elegidos para servir al pueblo, sólo sirven a dos amos: a las élites y a sus propios intereses"], sería vista por Estados Unidos, luego de la caída del Muro de Berlín, como la gestación de una nueva epidemia comunista.

Las estrategias que Estados Unidos tendría que redefinir asomaron por vez primera tan pronto el mundo, al concluir el mayor conflicto bélico que registra la historia, quedó polarizado. La Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), organismo de espionaje que acababa de estrenar la potencia del mundo occidental (1947), y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), también de reciente formación (1949), en el afán de frenar la expansión del comunismo soviético, organizaron en Europa, por más de medio siglo, "atentados falsamente atribuidos a la izquierda y a la extrema izquierda para desacreditarlas ante los electores. Esa estrategia perdura hoy en día como medio de propiciar el miedo hacia el Islam y de justificar guerras por el petróleo" (Daniele Ganser, Los ejércitos secretos de la OTAN).

Si a lo expresado por Chávez se añade que Venezuela -"el patio trasero" más atractivo al imperio- es el primer país del mundo con las mayores reservas probadas de petróleo crudo, el segundo con los mayores recursos de agua dulce, el octavo con la mayor existencia de gas y, además, posee grandes yacimientos de minerales altamente estratégicos y valiosos, no debe resultar extraño el nivel de agitación permanente que ha montado Estados Unidos con la colaboración de la desplazada oligarquía local, como tampoco debe sorprender la continua provocación para, como bien expresara el historiador y profesor de la Universidad de Basilea, "justificar guerras por el petróleo".

Estados Unidos auspicia en Venezuela, además de un golpe de Estado, una guerra civil parecida a la que coadyuvó a desarrollar en algunos países del Medio Oriente. Se sirve, para ello -con el propósito de debilitar el gobierno que encabeza Nicolás Maduro-, de la manipulación informativa (a la que se prestan, por intereses muy claros, los grandes medios de comunicación propiedad de la oligarquía), del boicot económico y del financiamiento de acciones de sabotaje y terror. Por razones muy obvias el Pentágono ha incrementado instalaciones y efectivos militares tanto en Perú como en Colombia; en Honduras cuenta con la base militar Soto-Cano, anteriormente conocida como Palmerola; en El Salvador con la de Comalapa; en Cuba con la naval de la Bahía de Guantánamo y en Costa Rica, un país que no posee ejército, con un radar que el gobierno tico se ha empeñado en explicar que "utiliza para su propia seguridad".

Sólo al oeste luce estar Venezuela despejada de instalaciones bélicas propiedad de Estados Unidos, pero, con la hostilidad que exhibe el gobierno de Michel Temer hacia la tierra de Bolívar (cuya instalación brota precisamente de los planes intervencionistas norteamericanos, concebido para fracturar la alianza estratégica que se había establecido entre la Revolución Bolivariana y las administraciones de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff), se puede esperar la participación de tropas brasileñas que cierren el cerco y actúen de la mano con las norteamericanas. Desde el norte, el presidente de Estados Unidos ha asegurado que "Washington maneja muchas opciones respecto a la situación de Venezuela. No descarto una opción militar; tenemos nuestras tropas en todo el mundo, en lugares muy, muy lejanos. Venezuela no está lejos". El fundador de la Red Voltaire, Thierry Meyssan, explica que, para llevar a cabo operaciones militares como estas, "EE. UU. necesita rodear al país que va a atacar o al menos tener una base militar en su frontera. En Libia utilizaron a Egipto; en el caso de Siria, casi todos los estados aledaños: Turquía, Líbano, Irak y Jordania... Si van a atacar a Venezuela, sin duda van a utilizar a un estado o a varios estados fronterizos con Venezuela".

Las "razones" para una posible intervención militar de Estados Unidos en Venezuela se multiplican con el paso de los días y cada vez son más los personajes que se suman a los intereses del Pentágono, aún bajo un gobierno que se ha mostrado renuente a someterse a las directrices del establishment. La situación luce preocupante al asomar el cliché de la amenaza a la seguridad nacional y al estilo de vida de los norteamericanos. Barack Obama renovó la orden ejecutiva que declara "emergencia nacional por la amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad y a la política exterior causada por la situación en Venezuela". Ahora el turno correspondió a Mike Pence, actual vicepresidente: "la crisis venezolana amenaza la seguridad y prosperidad de nuestro país... Un Estado fallido en Venezuela amenaza la seguridad y la prosperidad de todo nuestro hemisferio y del pueblo de los Estados Unidos de América". Según Pence, una de las amenazas que supone el agravamiento de la realidad política venezolana es "un aumento del narcotráfico y del flujo de inmigrantes hacia EE. UU., dos factores que podrían comprometer nuestras fronteras, nuestra economía y, en algunos casos, comprometer la seguridad de nuestras familias y comunidades".

(Debemos hacer este obligado paréntesis para señalar, en virtud de lo expresado por el vicepresidente norteamericano, que la emigración venezolana a países capitalistas ha sido una "bendición de Dios". Podemos arribar a sugestivas conclusiones sólo con observar el crecimiento económico de los tres lugares favoritos de los expatriados: la ciudad de Miami en el estado de Florida (EE. UU.), Panamá y nuestro propio país. Ese crecimiento ha estado signado por el componente social que caracteriza el éxodo de venezolanos: en mayor proporción, quienes se han desplazado son oligarcas, burgueses y altos pequeños burgueses que han visto desaparecer los privilegios de los que disfrutaron por tantos años. En lenguaje común, la mayoría de los que han salido de Venezuela por el caos que ha creado Estados Unidos y la renuencia a aceptar un gobierno democrático que favorezca a los más necesitados es la que se tipifica como clase alta. "De primera" hubiese calificado Juan Bosch a los integrantes de esa mayoría con el incipiente conocimiento de las clases sociales que poseía en los años que, por la dictadura de Trujillo, vivió en el exilio, a décadas de estudiar a Marx y hacer de sus teorías formidables herramientas regionales).

Las experiencias de Siria y Libia han servido al Pentágono y a la CIA para la división y radicalización de la población venezolana, pero la misma cercanía de lo que podría constituirse en zona fértil para el terrorismo, si Estados Unidos hace con Venezuela lo que hizo con las dos naciones árabes, se convertiría en bumerán para su política intervencionista, y, por ende, para su propia seguridad. Aún bajo esta disyuntiva las posibilidades de una intervención son reales. Internamente, deben los revolucionarios venezolanos permanecer unidos y las fuerzas armadas estar dispuestas a defender la soberanía, sin resquebrajamientos, determinadas a honrar la solemnidad de Chávez: "Prefiero la muerte antes que la traición; así lo declaro ante el mundo y lo declaro ante Venezuela: no hay marcha atrás en la revolución política que tenemos que impulsar y que claman las calles del pueblo de toda esta tierra de Bolívar. Este proceso lleva su ritmo, y su marcha. No podemos frenarlo, mucho menos desviarlo de cauce para que dé vuelta sobre sí mismo y se hunda de nuevo. No lo vamos a permitir...".

La cohesión de las organizaciones revolucionarias y la supresión de cualquier disidencia dentro de los cuerpos armados desempeñan un papel disuasorio para las intenciones intervencionistas de los norteamericanos, que, muy oportunamente, en lo que concierne al "caso venezolano", han logrado incorporar a su agenda los gobiernos de los cinco países con los ejércitos más poderosos de América Latina: Brasil, México, Argentina, Perú y Colombia. La logística está montada y presta a erupcionar en cualquier momento. Los casos de Libia y Siria requirieron de cerca de dos lustros para el inicio de las acciones, por lo que no hay plazo definido para desestimar cualquier operación.

"La situación en Venezuela no representa amenaza para la paz y la seguridad de ningún país; los hechos que se desarrollan son asuntos internos y, por tanto, sacan el análisis del tema del Consejo de Seguridad", ha afirmado la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Debemos estimular, a nivel global, denuncias permanentes que obliguen a difundir las perversas intenciones del imperio, buscando, como expresara Fidel Castro refiriéndose a la paz y la integridad de Irak, "una batalla política y no militar. Si la verdad puede ser asegurada, y la mentira puede ser vencida, la paz en la región aún puede salvarse, con beneficio incluso para el propio pueblo de Estados Unidos. En esa guerra sólo ganarían los productores de armas o los que albergan el imposible sueño de que 6,300 millones de seres humanos, hambrientos y pobres en su inmensa mayoría, puedan gobernarse por la fuerza".

El canciller venezolano ha calificado las declaraciones de Donald Trump como "inamistosas y hostiles, a todas luces violatorias de lo contemplado en la Carta de la Organización de Naciones Unidas y en las normas del derecho internacional. Son declaraciones belicistas; Washington representa una amenaza directa contra la paz y la independencia de Venezuela. Las organizaciones internacionales y los foros multilaterales deben poner freno a la más agresiva acción del imperio estadounidense contra el pueblo venezolano en más de 100 años". De esta manera, y con persistencia, debe ser el discurso. Es necesario que desde cada rincón del planeta exijamos a Estados Unidos someterse a la legalidad. El método de lucha asumido por el líder de la Revolución Cubana durante las últimas décadas, gracias a la sabiduría que aportan los años, estuvo sustentado en el debate de las ideas. Ha sido, sin dudas, un extraordinario legado al que debemos recurrir en el mundo unipolar que nos dejó el derrumbe de la Unión Soviética.

Gracias, Mencía Ortiz, por darnos la oportunidad de participar, aunque de forma impersonal, en este encuentro. Valoramos su propuesta de exponer este corto ensayo. Cordiales saludos a los presentes y a los distinguidos panelistas.

Nemen Hazim
San Juan, Puerto Rico
10 de octubre de 2017