Genocidio y terrorismo...
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Libia era un país próspero, seguro, de paz, con la más alta calidad de vida de África -superior, incluso, a la de muchas naciones de occidente- que no interfería con la existencia de esos privilegiados "primermundistas". Todo lo contrario: ayudó a encumbrarse en el poder a la mayoría de los gobernantes que derrocaron y asesinaron a Muamar el Gadafi (su mandatario).
¿Era Gadafi un dictador? Sí, lo era, pero los libios, como los iraquíes, los sirios, los afganos y otras etnias, han vivido siempre bajo regímenes arbitrarios. ¿Por qué? Porque hay pueblos -como el dominicano, por ejemplo- que no pueden vivir bajo las reglas de la democracia; hay pueblos que necesitan, para su vida cotidiana, de una mano férrea porque, de no ser así, tienden a convertir sus propias sociedades en corruptas, anárquicas y traumáticas. La democracia es un invento americano (¡que no nos hablen pendejadas de la antigua Grecia!) cuya razón fundamental es dar sustento al capitalismo salvaje que ha implementado el imperio.
Como Libia manejaba su propia economía sin el auxilio de las grandes potencias (gracias a la pulcritud y efectividad en la administración de su petróleo y a la "Revolución Verde" que implementó reforma agraria, seguridad social, educación de calidad y asistencia médica gratuitas y beneficio para los trabajadores de las ganancias que generaban las empresas del Estado), estas se "enfadaron" y asesinaron a su mandatario y a cientos de miles de libios (es prudente observar aquí, con el debido carácter, la magnitud del terrorismo perpetrado por esos "pobres y desvalidos blancos") para saquear sus recursos y fortalecer sus monedas (dólar, euro...).
¿Acaso no tienen valor esos cientos de miles de seres humanos groseramente asesinados? ¿Son desechables? No, pero existe algo que corroe el cerebro a los que, además, cuentan con muy poco y sólo les sirve para hacerse "selfies": la desinformación mediática por medio de la información mediática, que consiste en propagar, por vía de los grandes emporios de la comunicación (cuyos propietarios dan sustancia a la oligarquía internacional), la "satanización" de quienes pretendan subsistir con medios y recursos propios, porque, si esto se hiciera norma, colapsaría el "status quo" de los dueños y señores del mundo. Por eso, "en ciertas regiones, esos muertos", que suman millones, no significan nada.
¿Qué sucedió en Libia? Que los todopoderosos del universo, además de asesinar, destruyeron el país y saquearon (saquean aún) sus riquezas. ¿Y qué están haciendo los libios? Peleando a su nivel, como pueden, con las armas que tienen a mano, que, aunque producen sufrimiento y dolor, nunca superarán los que proporcionan las "armas inteligentes" a su pueblo.
¿Se pueden comparar los 15 muertos de Barcelona con los 300 mil de Libia? ¿Equivalen los 200 muertos franceses a los 400 mil sirios acribillados por las bombas capitalistas? Los 3 mil que murieron en las torres "neoyorkinas", ¿compensan los millones que ha asesinado el imperio? ¿Podemos pensar que los 100 británicos que han perdido sus vidas en actos terroristas equivalen a los millones de iraquíes pulverizados por las armas de las grandes potencias?
El ejemplo de Libia pone de relieve exactamente lo mismo que sucede en Siria, Irak, Afganistán y también lo que acontece en Venezuela, la nación vecina a la que no se le puede permitir desarrollo pleno porque su petróleo, su gas, su agua y sus otros recursos "vinieron de fábrica con el sello del imperio", y, como así salieron del vientre de la naturaleza, Estados Unidos convierte a Nicolás Maduro -y convirtió a Hugo Chávez (a quien con toda seguridad asesinó)- en lo mismo que transformó a Gadafi (a quien asesinó), a Saddam Hussein (a quien asesinó), a Bashar al-Asad (a quien quiere defenestrar y asesinar): en monstruos que se comen los niños crudos, comunistas, fascistas, izquierdistas y cientos más de calificativos que terminan en "istas", valiéndose de la prensa que la oligarquía, que es la misma en todas partes, usa como instrumento para desarrollar sus malsanas campañas que calan en lo más profundo de los descerebrados, esos que ponen banderitas de Francia, España y otros países del primer mundo pero se hacen de la vista larga ante la desgracia colectiva que viven libios, sirios, palestinos, afganos, iraquíes...
¿Quieren saber qué fue primero entre el huevo y la gallina? Muy fácil: ¿quiénes invadieron Asia, África y América Latina para despojar a sus países de territorio y recursos económicos y minerales? Quien se responda esta pregunta sabrá dónde inició esta matanza, que no detendrá hasta que se respeten los derechos de los países más débiles.
Nemen Hazim
22 de febrero de 2018
Carolina, Puerto Rico