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Capítulo VIII - A propósito de Venezuela... "El Pentagonismo, Sustituto del Imperialismo" - 'El pentagonismo hacia el poder total' - Juan Bosch

Venezuela, Siria, Libia, Irak... Manifestación pentagonista 50 años después del profesor Bosch haber concebido tan extraordinaria obra.

"El Pentagonismo, Sustituto del Imperialismo". Capítulo VIII, 'El pentagonismo hacia el poder total'

«La "metropocolonia" tiene tradiciones que deben ser respetadas, por lo menos en las apariencias; tradición de juego político, tradición de valores morales y sociales que no pueden ser atropellados en la forma brutal en que eran atropellados en la colonia clásica.»

El día 7 de noviembre (1967), The Times de Londres publicaba en su página 6, columna 6, un cable de su corresponsal en Washington que el diario inglés tituló así: “El Pentágono ayuda a la Gran Sociedad”.

El establecimiento de la llamada “Great Society” fue, como se sabe, uno de los puntos más importantes del programa que presentó al electorado norteamericano el señor Johnson en su campaña presidencial de 1964. Al quedar instalado el pentagonismo como poder dominante en la esfera de la política exterior, se produjo la intensificación de la guerra de Vietnam. Esto sucedía a comienzos de 1965. En esa oportunidad comentaristas tan autorizados como Walter Lippmann –y varios más– opinaron que sería imposible atender al mismo tiempo dos frentes distintos e igualmente costosos, uno militar en el sureste de Asia y uno civil en Estados Unidos. Dos años y medio después, sólo gente muy osada podía negar que esos críticos tuvieron toda la razón. La guerra de Vietnam había hecho naufragar los planes para establecer la Gran Sociedad.

La colonia pentagonista que es Norteamérica ha estado desde 1965 padeciendo serias convulsiones provocadas por lo que podríamos llamar, sin caer en extremismos, la rebelión de los negros. Y una colonia que proporciona al mismo tiempo el dinero y los hombres que requiere el poder pentagonista no es la colonia simple del viejo y ya fenecido imperialismo. La colonia del imperialismo era una posesión generalmente alejada de la metrópoli, poblada por gente de una raza considerada inferior a la del imperio; allí podía ejercerse el poder con una violencia que no era tolerada en la metrópoli. Pero la metropocolonia tiene tradiciones que deben ser respetadas, por lo menos en las apariencias; tradición de juego político, tradición de valores morales y sociales que no pueden ser atropellados en la forma brutal en que eran atropellados en la colonia clásica.

Si los negros de Estados Unidos que se levantaron en Watts, en Detroit y en otras grandes ciudades norteamericanas hubieran sido habitantes de una colonia típica, sus líderes no existirían ya, miles de sus seguidores estarían muertos y la paz hubiera retornado a la colonia mediante la aniquilación de los sublevados.
“El pentagonismo no podría sustituir al gobierno civil en la esfera doméstica mediante el clásico golpe de Estado que se da en otros países. Esto sólo podría hacerse en el caso de que se produjera una derrota militar norteamericana de carácter decisivo; entonces el pentagonismo no dudaría un instante: para salvarse a sí mismo histórica y físicamente pondría a un lado al gobierno civil y establecería en su lugar una junta militar.”
En la metropocolonia hay que actuar con cautela para no poner en peligro la estabilidad política. El pentagonismo necesita una colonia en paz, que produzca máquinas de guerra y soldados sin cesar; una colonia que proporcione lo que el pentagonismo pide, y que sea, sobre todas las cosas, una base política firme como una roca. Una fuerza actuante, cuya razón de ser se encuentra en la acción permanente, no puede estar a merced de vaivenes imprevistos en la fuente misma de su vida. El pentagonismo, pues, tiene que preocuparse por la paz interna de Estados Unidos, por la paz social y política del país, porque si esa paz queda rota, el pentagonismo tendría que restaurarla tal como los viejos imperios restauraban la paz en las colonias. Esa necesidad de paz doméstica es vital para el pentagonismo, a tal punto que si en algún momento el gobierno civil de Estados Unidos no estuviera en capacidad de garantizar la estabilidad social y política del país, el pentagonismo tendría que sustituirlo.

En Estados Unidos, sin embargo, dadas las tradiciones que han conformado las ideas y los sentimientos del pueblo, el pentagonismo no podría sustituir al gobierno civil en la esfera doméstica mediante el clásico golpe de Estado que se da en otros países. Esto sólo podría hacerse en el caso de que se produjera una derrota militar norteamericana de carácter decisivo; entonces el pentagonismo no dudaría un instante: para salvarse a sí mismo histórica y físicamente pondría a un lado al gobierno civil y establecería en su lugar una junta militar.

Pero el pentagonismo puede ir sustituyendo gradualmente al gobierno civil; puede ir tomando poco a poco posiciones que corresponden a las autoridades federales; puede planear, y realizar, una política de largo alcance que le permita adueñarse de los mandos efectivos de la vida nacional en el campo de la administración no militar.

El pentagonismo puede hacer eso, sobre todo si dentro de sus cálculos está el de una guerra de larga duración o de grandes costos en dinero y en vidas; por ejemplo, si el pentagonismo piensa atacar a China necesita estar seguro de que mientras él actúa en China el pueblo norteamericano estará firmemente unido tras los militares, proporcionándoles sin la menor interrupción todo el equipo mecánico y humano que el pentagonismo reclamará, no importa cuál sea la duración del conflicto. Y para que esto sea así no debe haber sectores de la sociedad metropocolonial que tengan motivos para romper esa unidad con protestas y rebeliones.

Ahora bien, en los círculos oficiales de Estados Unidos se ha pensado que la rebelión negra tiene una causa, que es el estado de miseria general en que viven los negros norteamericanos. Se dice que la Gran Sociedad fue una idea propuesta para acabar con esa situación de miseria y que el hecho de no haber podido llevar a cabo los planes para establecer la Gran Sociedad ha provocado las rebeliones negras.

Este es un razonamiento simplista, puesto que lo que podemos calificar, sin exagerar, como la insurrección de Watts –que, como sabe todo el mundo, fue la primera manifestación violenta y masiva de la rebelión negra–, sucedió unos nueve meses después de haber sido reelegido el presidente Johnson, lo que equivale a decir pocos meses después de haber este propuesto la Gran Sociedad, cosa que hizo durante la campaña electoral. Cuando se levantaron los negros de Watts, no había pasado el tiempo necesario ni siquiera para elaborar los planes de la Gran Sociedad, ni siquiera el tiempo indispensable para que los negros se sintieran estafados.

Pero sea o no sea simplista ese razonamiento, el caso es que la rebeldía negra se atribuye a la incapacidad del gobierno de Johnson para establecer la “Great Society”. Como los críticos de Johnson advirtieron a tiempo que no podrían llevarse a cabo a la vez la guerra de Vietnam y los planes para la Gran Sociedad, se piensa que las sublevaciones negras son un efecto social y político doméstico de la guerra de Vietnam. En realidad, una cosa no tiene nada que ver con la otra, salvo en su simultaneidad. Las raíces del movimiento negro llamado Black Power son lejanas, aunque es probable que en su organización juegue un papel importante la actividad pentagonista, pero no debido a que esa actividad consuma los fondos que debieron ser destinados al establecimiento de la Gran Sociedad. En este problema hay dos factores que deben ser analizados por separado; uno son las razones económicas y sociales de la rebeldía negra, y otro es su organización como poder militante. Ese poder militante apareció al mismo tiempo que se inició el escalamiento de la guerra de Vietnam; luego, no podía ser resultado de la transferencia hacia los canales pentagonistas, para ser usado en Vietnam, del dinero destinado a crear la Gran Sociedad. El Black Power se organizó –sobre la base de un prolongado estado de injusticia económica y social– como una fuerza destinada a debilitar el poder de agresión militar de Estados Unidos actuando en la retaguardia de ese poder. Los líderes del Black Power debieron darse cuenta, de manera instintiva o por análisis, de que la posibilidad de mejorar la situación de los negros norteamericanos depende en una medida importante de que en el mundo existan poderes revolucionarios independientes, y, además, opuestos a Estados Unidos no sólo por razones ideológicas sino también por razones de otro tipo. La supervivencia del gobierno comunista de China, un país considerado por Estados Unidos como colored [“Colored” es la palabra con que se designa en los países de habla inglesa a los pueblos que no pertenecen a la raza blanca. Es una palabra despectiva y con ella se igualan negros, amarillos, indios y mestizos de todas las razas.], es de importancia decisiva para los negros norteamericanos, puesto que se trata de un gran poder mundial que los ampara y defiende con su sola existencia. Mao es el líder no sólo de China, sino también de los pueblos de color, entre los cuales el más importante, debido a que vive en el seno del pueblo norteamericano, está compuesto por los negros y los mestizos de Estados Unidos. Algo similar puede decirse de la supervivencia del gobierno cubano de Fidel Castro. El Black Power no es una mera rebelión social, aunque ese aspecto es un ingrediente importante en el movimiento negro –y tal vez el que le comunica su potencia interior–; es un movimiento político provocado, en lo que se refiere a su organización y militancia, por la política internacional de Estados Unidos, lo que equivale a decir por las actividades del pentagonismo. Era de esperar, pues, que el pentagonismo reaccionara ante ese movimiento, y dadas las tradiciones norteamericanas, era de esperar que sus primeras actuaciones en ese camino fueran las que anunció el secretario McNamara.

En el cable publicado por The Times se informaba que el día 7 de noviembre el secretario McNamara anunciaría que su departamento había decidido contribuir a la solución de los problemas sociales del país mediante el uso de lo que el corresponsal llamaba, con razón, “el enorme poder y (los enormes) recursos” de ese departamento. El señor McNamara, según el corresponsal del bien informado diario inglés, iba a dar los detalles de tres programas destinados a ese fin.
“Una organización que tiene un poder económico, social y político tan fabuloso [como el Pentágono] no se lanzaría a invadir el campo de las actividades que corresponden al gobierno civil si antes no supiera con claridad qué obstáculos puede hallar en su camino.”
Copiamos de The Times:
«El primero [de los tres programas] es la reciente orden del Pentágono que prohíbe a todos los militares comprar o alquilar casas cuyos dueños practiquen la discriminación racial. Esta política, que se puso en vigor por primera vez en el área que rodea a Washington, ha sido ahora llevada a California y será gradualmente extendida a otros Estados.

»El segundo –“Proyecto 100 000”– proporciona [rá] educación intensiva a jóvenes pobres que no puedan hacer el servicio militar porque están por debajo de los niveles mínimos que [exige] el Ejército.

«Finalmente, –el “Proyecto Transición”– es un programa voluntario para dar educación y empleo a los que son dados de baja.»
Volveremos sobre el cable, pero por el momento hay que hacer algunas preguntas.

¿Por qué le sobran al Pentágono fondos, y porqué esos fondos sobrantes van a ser usados en actividades que competen a la administración civil? Si el Pentágono tiene autoridad para prohibir a todos los militares comprar o alquilar casas cuyos dueños practiquen la discriminación racial, ¿no la tiene también para prohibirles que compren o alquilen a los que no se dedican a esa discriminación, o para prohibirles que compren en tiendas de judíos o simplemente en comercios que estén situados en la acera opuesta a la salida del sol? ¿Quién tiene en el Pentágono la capacidad legal indispensable para determinar cuándo un propietario ejerce o no ejerce la discriminación racial? ¿Dónde reclutará el Pentágono a los maestros que se necesitan para dar educación a 100,000 jóvenes; en las filas militares o en la población no militar? Y si el reclutamiento se hace entre maestros no militares, ¿a qué autoridad obedecerán los reclutados; a la del Pentágono o a la del departamento de Educación? ¿Quién determinará las condiciones que deberán reunir esos maestros, su ideología política y su conducta? ¿Quién va a administrar, y bajo qué normas y disciplina, el “Proyecto Transición”? ¿Qué clase de empleos se les porporcionará a los militares dados de baja? ¿Será en las industrias de guerra o en los servicios de otro tipo del aparato pentagonista?

Una vez empleados, ¿qué nexos tendrán esos hombres con el poder militar?

Es de pensar que esas preguntas han sido hechas y respondidas en el seno del Pentágono, pues una organización que tiene un poder económico, social y político tan fabuloso no se lanzaría a invadir el campo de las actividades que corresponden al gobierno civil si antes no supiera con claridad qué obstáculos puede hallar en su camino. La decisión anunciada por el señor McNamara envuelve al pentagonismo en asuntos de política doméstica, que pueden tener consecuencias calamitosas, y por esa razón debemos admitir que la decisión no se limita a un simple proyecto de relaciones públicas destinado a mejorar la imagen del Pentágono a los ojos del pueblo norteamericano.

Es probable que al elaborar los programas a que se refiere el corresponsal de The Times, el Pentágono haya sido impulsado por consideraciones de preservación, y que en el plan no haya propósitos ulteriores. Pero los que conocen la dinámica del poder saben que cuando una maquinaria de poder invade un campo que le es ajeno, ese campo quedará bajo su dominio y al cabo de cierto tiempo será una base desde la cual la maquinaria de poder avanzará inexorablemente, a una velocidad proporcional a su poderío, hasta que conquiste todo el terreno que se halla en la periferia de ese campo. Así, pues, debemos esperar que al decidirse a participar en el establecimiento de la Gran Sociedad, el pentagonismo pasará a extender su autoridad hacia terrenos que hoy son de la competencia civil, y que en un tiempo relativamente corto tendrá a su cargo una parte importante de la esfera del poder doméstico. Eso significaría que del control de la política exterior del país, el pentagonismo pasaría gradualmente al control de la política interior, lo que a fin de cuentas se resume diciendo que el pentagonismo marcha hacia la conquista del poder total en Estados Unidos.

Los últimos párrafos del cable de The Times de Londres apuntan hacia esa dirección. Esos párrafos son los siguientes:
«Los problemas del ghetto, [del] control del tránsito y del desarrollo futuro (sic) de las ciudades están siendo computados por científicos de la Research and Development (Rand) Corporation en Santa Mónica, California. Con financiamientos exuberantes de la Fuerza Aérea, la Rand Corporation ha dedicado tradicionalmente sus energías a una investigación libre de las políticas de la era nuclear y a asegurar que los armamentos americanos sean los mejores calculados para descorazonar a un agresor.»
En todos los círculos científicos, militares y gubernamentales de Estados Unidos se sabe que la Rand Corporation es una organización altamente especializada que trabaja para el Pentágono. Tal como dice el corresponsal de The Times, está lujosamente financiada por la Fuerza Aérea. Hay grupos de elevadísimo nivel político y de otro tipo que consideran que la Rand Corporation es la flor y nata del pensamiento científico-militar de Estados Unidos. Esa puede ser una apreciación exagerada, pero es la imagen que se tiene de la Rand Corporation.

Pues bien, al poner en manos de la Rand Corporation tareas que corresponden a la actividad del gobierno civil, ¿no se estará dando un paso inicial, muy discreto por cierto, en el camino de suplantar al gobierno civil?

La respuesta a esa pregunta debe ser dada por los hombres y las mujeres de Estados Unidos que sean en verdad intelectual y moralmente responsables del futuro de su país; no por los que tienen responsabilidad oficial, porque a éstos les resultará muy difícil, si no imposible, liberarse del círculo de hierro con que el poder aprisiona a sus servidores.

Sin duda el pentagonismo es una amenaza para todos los pueblos del mundo debido a que es una máquina de guerra que necesita la guerra en la misma forma en que los seres vivos necesitan aire y alimento para no perecer. Pero la amenaza no es menor para todos los norteamericanos. Si el poder del pentagonismo sigue extendiéndose y entra a dominar la esfera del poder civil dentro de Estados Unidos, el país en conjunto –y no sólo los políticos y los militares– acabará provocando la ira del mundo contra él. Y no hay que engañarse: el arma más poderosa con que puede contar una nación, sea a su favor o sea en su contra, no es la bomba “H” ni el anticohete orbital; es la opinión pública mundial. El pentagonismo podrá tener de su lado el interés de los que acumulan poder y dinero, pero no tendrá de su lado a los que aspiran al reino de la justicia sobre la Tierra.

La simple palabra de Jesús acabó siendo más poderosa que las arrogantes legiones de Roma.

Transcripción de «El Pentagonismo, Sustituto del Imperialismo.
Capítulo VIII - 'El pentagonismo hacia el poder total'
»: Nemen Hazim

San Juan, Puerto Rico
15 de junio de 2019